Partiendo de que el triunfo de una película de terror no es la cuota de taquilla, sino la acción del espectador de taparse los ojos y no mirar más a la pantalla, los productores y realizadores utilizan una serie de recursos habituales que llevan a la cinta a conseguir este logro. Como todo producto comunicativo, una película de terror transmite una serie de mensajes que después los espectadores perciben en la vida real y, de los que, aunque no quieran, quedan anclados en el subconsciente. Para ello siguen 5 reglas:
En la vida hay que tener miedo
Nos dicen que el miedo es algo natural, un mecanismo de autodefensa justificado. Hay que tener miedo al monstruo e incluso a tus amigos y tu propia familia. Los seres humanos estamos en constante peligro, ya sea a causa de un elemento exterior -una invasión alienígena que mata a la población- o interior -una posesión que se apodera de tu cuerpo-. Sin embargo, para acabar con el mal que causa el peligro hay que dejar de tener miedo. Solo así, enfrentándote a él, podrás vencerlo.
Vínculo con la víctima
El mayor miedo viene cuando el espectador se une a las preocupaciones del protagonista. Para favorecer este enlace se utilizan personajes prototipo. Los niños pequeños son los más vulnerables, especialmente las niñas, por lo que acostumbran a ser los protagonistas que han de luchar en primera persona contra el mal. Por el contrario, los padres, especialmente la figura materna, es lo más temido, pues los hijos no pueden encontrar protección. Así pues se suele usar el binomio padres-hijos como el elemento más terrorífico.
Tanto en The Babadook como en Expediente Warren las madres son poseídas ante sus pequeños e incluso les engañan diciendo que no son un ser extraño, llevando al límite la confianza de los niños. Mientras que en El Resplandor, los trastornos de personalidad del padre son los que amenazan a su mujer e hijo. Siempre quedará en nuestra memoria la escena en que Jack Nicholson dice “Here's Johnny!” mientras aparece en el hueco de la puerta después de destruirla a pedazos con un hacha.
Ambiente oscuro y solitario
Por alguna extraña razón, los protagonistas siempre suelen estar en una casa aislada y, si puede ser, en medio del campo. Como mucho tendrán un vecino que desaparecerá en breve o una familia que no quiere saber nada de ellos. Pero los elementos de terror no sucederán a plena luz del día, sino a medida que avanza la noche. La oscuridad es uno de los miedos más palpables en el ser humano. No poder reconocer lo que nos acecha y, por consecuencia, no poder enfrentarse a ello confluye en una sensación de soledad e impotencia que agudiza el terror.
En Los Otros, la familia de Grace vive en un aislado caserón victoriano en la Isla de Jersey; en El Orfanato, Laura se instala con su familia en el antiguo y aislado orfanato en el que creció de niña; y en la citada anteriormente, El Resplandor, la familia se traslada al hotel Overlook, en Colorado, para encargarse del mantenimiento de las instalaciones durante la temporada invernal, época en la que permanece cerrado y aislado por la nieve.
Ha de ser cruel
Con el paso del tiempo, el cine de terror ha crecido en crueldad. Ya no basta con que lo malvado pueda causar la muerte, sino que el mayor miedo es que llegue más allá: torturar a sus víctimas. Actualmente, la secuencia de terror no tiene como clímax la acción de la propia muerte, sino que se recrea en el martirio. Esta tendencia empezó en los años 70 y una de las primeras películas en hacerlo fue Psicosis con la famosa escena de la ducha. Con los años, esta tendencia se ha ido incrementando llegando a límites como las muertes con la sierra eléctrica en La Matanza de Texas o las difíciles elecciones de supervivencia de Saw. Una de las escenas más impactantes que se recuerdan es la muerte de la detective Allison Kerry en la trampa del ángel en Saw III, donde para salvarse ha de coger una llave en un recipiente con ácido.
Falsos sustos
Antes de llegar al susto que levantará al público de sus asientos, normalmente se usan una o dos falsas alarmas. Esto consiste en que el espectador active la alarma durante el primer susto, pero al ver que es falso, inevitablemente se relaje y baje la guardia. En ese preciso momento es donde sucede el susto final. Además, a esta regla, le acompaña un patrón de montaje de la secuencia: en la creación del ambiente del sobresalto, los planos son de duración más larga, mientras que, en el momento de la agresión, son realmente rápidos y acompañados de potentes ruidos subliminales.
Se puede experimentar en Expediente Warren con el juego de las palmadas mientras la madre busca en la oscuridad con una cerilla o en la escena donde las hijas abren el armario creyendo que hay algo dentro, cuando resulta estar encima de ellas. En Rec, también existe una escena ilustre: una niña aparece en medio del pasillo, de apariencia afable, pero que al acercársele se tira de forma rápida y agresiva contra los bomberos.