La tarde del 23 de julio de 2011 se hallaba muerta a Amy Winehouse en su apartamento de Camden. Fallecía joven 27 años y tras haber publicado dos discos de estudio, Frank y Back to Black. Las pruebas forenses determinaron una cantidad de alcohol que había parado a su corazón: 416 mg por decilitro de sangre cinco veces la cantidad legal de alcohol autorizada para conducir.
Asif Kapadia vuelve a darle vida 4 años después. Lo hace a lo largo de las dos horas que dura su documental Amy La chica detrás del nombre. “Cuando empecé con la producción, un amigo me dijo: ¿por qué te tomas tanto esfuerzo para hacer una película de una yonqui? Y entonces lo vi claro. Tenía que hacer la película para evitar oír preguntas como esa”, cuenta el director.
Si hay algo que corrobora el propósito de Kapadia es el nuevo significado que toman las letras de las canciones de Amy Winehouse. La cantante del norte de Londres ya nos quiso explicar su vida, sus sentimientos, palabra por palabra.
Y es que Amy es un retrato tierno, íntimo, impotente y sutil -a pesar de sus chocantes imágenes- de una famosa que no quería serlo y que acabó por ser adicta a la autodestrucción. No contiene grandes revelaciones de la reina del soul británica, pero sí una nueva lectura y toma de conciencia sobre ellas. Estas son las 5 lecciones que te da Amy La chica detrás del nombre:
La carencia de alguien que te guíe y te proteja en la adolescencia es muy dura
Para Amy, la marcha de su padre cuando ella tenía 9 años fue un duro golpe que cambió su vida y su forma de ser. Con su ausencia, empezó la rebeldía que le llevó a cambiar de aspecto, hacerse tatuajes, faltar a clase y fumar marihuana. Así lo reconoce la propia cantante en los testimonios del documental. Precisamente, su madre hace hincapié en la sinceridad de su hija y su percepción de que nadie le impidió hacer lo que le diera la gana: “Amy me decía que era poco estricta con ella, que nunca le decía no”, relata.
Pero lo más sorprendente y que más ha descalificado a la madre es escuchar cómo recuerda la confesión del trastorno que sufría Amy desde los 15 años: la bulimia. “Me contó que había descubierto la dieta perfecta para no engordar: comer todo lo que quería y luego vomitarlo. Decidimos no darle importancia”, cuenta. En medio de esta espiral atónita, Amy Winehouse empieza a despuntar en la música y, con apenas 16 años, firma un contrato de 250.000 libras. “Tener un contrato de esas características a una edad tan joven es muy duro cuando no cuentas con una persona cercana que verdaderamente te guíe y te proteja”, opina el director Kapadia. Amy Winehouse tuvo referentes muy importantes que le guiaron en el triunfo de la música como Tony Bennet y, sin embargo, nos los tuvo en la construcción de su propia vida.

La falta de autoestima es muy difícil de superar
Muchos se preguntan las causas del fin de Amy Winehouse. Pero es complicado. Lo que sí que queda claro es que tenía un gran problema de autoestima. Algo muy difícil de superar. Ni siquiera se puede paliar con numerosos premios -como un Grammy-, ni con alabanzas de sus ídolos como Tony Bennett: “Era una cantante de jazz natural. Amy es tan buena como Fitzgerald y Holiday”, llegó a decir. Pero nada pudo alterar su propia percepción. Pese a que la mayoría de personas que la conocieron la veían como una persona divertida, inteligente y encantadora, ella no pensaba lo mismo. Su fuerte carácter enmascaraba su fragilidad interior. “Solo era alguien que deseaba ser amada. Lo que le ocurría es que no se sentía lo suficientemente querida como para amarse a sí misma. De ahí su baja autoestima”, dice Kapadia.
El amor es ciego
“Pero oí que el amor es ciego”, canta en "I Heard Love Is Blind", de su primer álbum Frank. Blake Fielder-Civil, el novio que le rompió el corazón y que más tarde volvió para convertirse en su marido, fue el amor de su vida. Con él llegó la heroína, el crack y el declive más acelerado de la cantante. El propio Fielder-Civil reconoce en el documental que fue él quien, tras su boda en Miami, la introdujo a esas dos drogas de las que les costaría tanto desengancharse. Ambos se complementaban en el vacío del otro y encontraban en la desinhibición de las drogas el motor para seguir viviendo. “Había una conexión sincera entre ambos. Amy buscaba a alguien todavía más dañado que ella, para que le distrajera de sus propios problemas. Eran como Bonnie & Clyde”, explica Kapadia. Aunque la propia película produzca la sensación de que Blake Fielder-Civil es el culpable de todo, el director lo desmiente: “Cuando le entrevisté me dio pena. De alguna forma, él también era una víctima y lo cierto es que todo el tiempo en el que él estuvo en prisión, Amy empeoró gravemente", aclara.
El dinero y la fama no están por encima de todo
Con 18 años, Amy Winehouse decía en los medios de comunicación que no esperaba ser famosa, que su música estaba “a otra escala” y que si algún día se convirtiera en estrella “no podría aguantarlo y se volvería loca”. Su sueño era otro: hacer lo que le diera la gana. Cantar lo que quisiese, a quien quisiese y cuando quisiese. Pero el triunfo de su segundo álbum, Back to black, el ritmo de vida generado por los excesos con su marido y los intereses económicos de su manager Raye Cosbert y su padre Mitch, la llevaron por el camino equivocado para una personalidad como la suya: la fama. Y una vez entras dentro del club, es difícil salir. A partir de ese momento, la audiencia es lo más importante. Pero eso no entró en la cabeza de Amy Winehouse.
El propio guardaespaldas de Amy cuenta en el documental cómo llegaron, su padre y su manager, a llevársela inconsciente a Belgrado para que no cancelase el que sería su último concierto y, precisamente, el más polémico, al salir al escenario completamente ida y negarse a cantar. “La gente seguía comprando entradas aun sabiendo que ella probablemente no iba a estar bien. Creo que en definitiva la película demuestra que se es cómplice como audiencia, al igual que lo es el periodista, el promotor de la gira o todos los que estuvieran implicados en esta historia”, arremete Kapadia. Como la misma Amy decía en sus inicios, lo mejor para su felicidad hubiera sido quedarse actuando en clubs de jazz ante cincuenta personas. No estaba hecha para ser una estrella de pop. Y mucho menos para la fama.
La sensibilidad es un arma de doble filo: te convierte en creativa y, a la vez, en vulnerable
“La sensibilidad era el don divino de Amy Winehouse y también su yugo. Muchos han pasado por el divorcio de sus padres, pero ella se tomaba todo demasiado a pecho. Se sentía sola”, explica Kapadia. La sensibilidad le valió a Amy para ser una persona con dos caras: la creativa y la vulnerable. La primera como consecuencia de la segunda. El dolor le servía para expresar lo que sentía. Por eso, las letras de sus canciones explican su vida, y más concretamente, lo más importante para ella: el amor. Back to Black, con el que consiguió el éxito internacional, cuenta sus estados de ánimo tras la primera ruptura con Blake Fielder-Civil.
Escribía canciones para canalizar todo lo que le ocurría en la vida de un modo íntimo. Le servía como terapia, como vía de escape ante todo lo que la atormentaba. La música y la escritura fueron una especie de salvación que funcionaron por momentos y que la ayudaron a ser una persona sincera consigo misma, capaz de transmitir a la sociedad el lado más oscuro y profundo de su corazón. “Amy Winehouse era un ser con una sensibilidad enorme. Cuando esas canciones se convirtieron en un disco de éxito mundial su vida se complicó mucho. Y encima el novio que le había roto el corazón y del que hablaba en el álbum regresa a su vida”, subraya el director. Un cúmulo de emociones que sobrepasaron a Amy y que la llegaron a bloquear. Nunca sacaría el esperado tercer disco.