En el fondo, todos sabemos que el cine no es otra cosa que luz derramada sobre una sábana y cuatro o cinco farsantes haciéndonos creer que son apasionados amantes o héroes victoriosos. Lo sabemos, pero resulta que hay algo más: que esa bella mentira que decidimos tragarnos nos toca algo dentro del pecho, que el engaño de los 24 fotogramas por segundo de las películas se vuelve verdad dentro de nosotros.
Siendo así, no es de extrañar que algo tan aparentemente sencillo como una película pueda dejarnos noqueados durante el resto del día. Hay relatos que no se ven: se viven. Historias filmadas que penetran en nuestro cuerpo vía ocular y se quedan ahí, dejándonos tan hundidos o eufóricos como los protagonistas del relato. Porque sí, podemos saber que lo que acabamos de recibir no es más que un teatro, pero en el fondo –en el fondo del fondo- sabemos que aquellos personajes tienen vida más allá de los 100 minutos de metraje.
Las siguientes son diez películas que consiguen apelar a nuestro yo más masoquista: a ese que conecta emocionalmente con las mentiras que nos cuenta el cine y sufre con ellas con la íntima convicción de que lo que está viendo es real. Diez películas, en definitiva, que te van a dejar hecho un trapo... emocionalmente hablando, claro:
#1 Café de Flore Jean-Marc Vallée, 2011
Al canadiense Jean-Marc Vallée no le van las historias suaves: si en C.R.A.Z.Y. mostraba el lado más crudo de la vida de un adolescente homosexual en los 70 y en Dallas Buyers Club mostraba la cara B del sueño americano entre VIH y drogas, en Café de Flore su objetivo son las relaciones posesivas. Una madre y esposa que se pasa de la raya, un hijo con síndrome de Down y un rollo espiritista flotante son los elementos con los que Vallée juega para oprimirnos el corazón.
#2 Después de nosotros Joachim Lafosse, 2016
Tras quince años juntos, Marie y Boris se separan. La ruptura de este matrimonio, forjada a partir de pequeños detalles y economía familiar, y el efecto que la brecha tiene para sus hijas gemelas estructuran Después de nosotros. Un drama sobre tragedias cotidianas y el fin del amor que se queda en nuestro pecho tiempo después de que la pantalla se funda a negro.
#3 Bailar en la oscuridad Lars Von Trier, 2000
¿Puede un musical ser a la vez un mazazo emocional? Según Lars Von Trier, la respuesta es “por supuesto”. Bailar en la oscuridad gira en torno a una inmigrante que trabaja en una fábrica y sufre una enfermedad que la va dejando ciega. Como remedio forzoso y resultado de su imaginación, la chica –interpretada por la cantante islandesa Björk- se pierde en castillos en el aire y sueña despierta con fastuosos números musicales. Tan fastuosos que hacen que el contraste con la realidad duela más.
#4 Lilting Hong Khaou, 2014
Un muerto ejerce en Lilting de cadena, de nexo de unión entre una mujer anciana y un hombre joven. El hijo de una, el novio del otro: ambos personajes protagonizan este drama dirigido por Hong Khaou sobre las dificultades del lenguaje –ella es camboyana, él es inglés- y el descubrimiento de los lazos que nos unen. Aunque sean de dolor, como en este caso.
#5 Siempre Alice Richard Glatzer, Wash Westmoreland, 2014
Alice se desmorona poco a poco. Alice es lingüista y trabaja en la Universidad de Columbia, pero su mente es frágil. Alice está diagnosticada de Alzheimer prematuro, y junto a ella vemos a su esposo y a sus hijos. Alice en esta película es Julianne Moore y es el reflejo de una enfermedad demasiado cercana para muchos, un tema que toca demasiado profundo. Alice, siempre Alice.
#6 Un ángel en mi mesa Jane Campion, 1990
La autobiografía de la escritora neozelandesa Janet Frame dio para tres libros, y esta película los condensa todos. Un relato sobrecogedor que incluye una adolescencia silenciosa y tímida, brotes esquizofrénicos –o eso le dicen-, electroschocks y amenazas de lobotomía... Una vida dura que, gracias al buen hacer de la directora Jane Campion, podemos recorrer junto a su protagonista.
#7 La tumba de las luciérnagas Isao Takahata, 1988
Si alguien pensaba que la animación era solo un vehículo para películas infantiles o comedias ligeras, que lo piense dos veces. La tumba de las luciérnagas ha sido descrita como “la película más profundamente humana que he visto en mi vida”, y no es para menos: el relato que entreteje Isao Takahata sobre dos hermanos, Seita y Setsuko, que sobreviven como pueden durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial es trágico y conmovedor a partes iguales.
#8 Siria: una historia de amor Sean McAllister, 2015
Hace 20 años, Amer vio a Ragda por primera vez. Ambos estaban prisioneros y se comunicaban a través de un pequeño agujero en la pared que separaba sus celdas. La historia de amor, exilio y desamor que sigue a aquel primer encuentro se encuentra contenida en los 80 minutos que dura Siria: una historia de amor. Duras decisiones, revolución y pasión se dan cita en un periplo que no deja indiferente.
#9 Caché Michael Haneke, 2005
De mal rollo y cine agobiante, Michael Haneke sabe un rato. El director de Funny Games o La cinta blanca es experto en airear los elementos más crudos que guardamos bajo la alfombra, y uno de estos ejemplos es Caché. Con un título que traducido significa “escondido”, la película muestra cómo Georges es acosado por un extraño que le manda videos y dibujos. Una cinta difícil y áspera que conviene dejar respirar tras acabar.
#10 Léolo Jean-Claude Lauzon, 1992
El contraste entre el mundo real y el imaginario es el leit motiv de Léolo, un drama en el que un niño llamado Léo escapa de su realidad agobiante y desquiciada imaginándose historias en las que su padre es un tomate italiano. Es raro, sí, pero es una alternativa mejor a su presente: la supervivencia en una familia, dicen, destinada a la locura.
Y hasta aquí: diez películas que no conviene ver a última hora del día. Mejor dejar un tiempo para respirar aire fresco después de acompañar a los personajes de cualquiera de estas diez historias. Diez mentiras que se clavan en nuestro corazón, ¿o tal vez diez verdades?