'El vientre de alquiler significa que estás vendiendo tu energía y tu sangre para sobrevivir'

Hablamos con la escritora Haizea M. Zubieta, entre otros temas, sobre el rol de las lesbianas en la literatura, su falta de representación y la sexualización a la que son sometidas

La  novela de Haizea M. Zubieta, Infinitas, se sitúa en un futuro distópico en el que hemos "curado" la muerte y todos somos inmortales aunque perdamos nuestros órganos. La autora explora algunas de sus inquietudes sociales, como el Infinitas, el anticapitalismo, el feminismo y la identidad LGTBI y explica la historia de cómo dos mujeres intentarán enfrentarse a la inmortalidad mientras se enfrentan a todos estos dilemas. 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Código Nuevo: En tiempos en que la distopía feminista es un género al alza, surge un debate: ¿hace falta una ciencia ficción LGTBI?

Haizea M. Zubieta: No estoy segura de si lo LGTBI debería ser un género por sí mismo. Tiene pros y contras: está bien señalar qué narrativas tienen representación LGTBI, pero al mismo tiempo, señalarlo como un género aparte puede cerrarle puertas. No estoy muy segura de si es necesario de señalarlo como un género en sí mismo. Quizá mejor hablar, en el caso de mi novela, de una distopía con representación de un colectivo históricamente discriminado en la vida real como en la ficción.

CN: En libros como El cuento de la criada, no solo son las protagonistas mujeres sino que el argumento gira entorno a sus preocupaciones y a temas de género. ¿Se está obviando esto en el colectivo LGTBI?

H: Creo que es a la inversa, cuando se trata una narrativa LGTBI se cae en la trampa de reducir su rol a ser LGTBI. En Infinitas, una chica busca la cura de la inmortalidad y resulta que es lesbiana. La historia no gira sobre que ella es lesbiana, hay otros conflictos. A veces parece que el único rol de los LGTBI es ser LGTBI, y que sus únicos conflictos vienen de ahí.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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CN: Tu novela muestra a las lesbianas con naturalidad. Sin embargo, muchas veces en la ficción las lesbianas aparecen estereotipadas. ¿Crees que, en general, tienen un tratamiento justo?

H: No, se tiende a enseñar a la lesbiana sexualizada, apetecible a los ojos —sobre todo— de los hombres hetero. Lesbianas que siempre encajan en los roles de género pelo largo, vestidos… para hacer “más agradable” su presencia: “mira, son lesbianas, pero puedes fantasear con ellas, parecen heteros que se lían entre sí, como en la pornografía”. No hay diversidad en su representación. Pero, además, no es solo que estén estereotipadas, es que directamente casi no aparecen.

CN: También hay un cliché que dice que los LGTBI en la ficción siempre acaban trágicamente. ¿Es cierto?

H: Se lo conoce como “bury your gays” mata a tus gais. Es decir, hay narrativa con representación LGTB pero mueren al final. Es algo muy antiguo, viene de las primeras novelitas románticas en las que aparecían lesbianas y eran censuradas sobre todo en Estados Unidos para no alentar a nadie a “volverse lesbiana”. Así pues, al final de la novela, o se daban cuenta de que todo era un error contra natura, o volvían con sus esposos, o directamente se morían. Así que tenías muchísimas historias sobre chicas que se querían pero que trágicamente al final se suicidaban o morían de cáncer, todo para que moralmente fuera correcto.

Y aunque el “bury your gays” afecta a todas las letras LGTBI, es insidioso sobre todo con las lesbianas. Eso no quiere decir que estos personajes no puedan morir, pero si tus únicos personajes van a tener desenlaces trágicos, quizá deberías pensar que te faltan más personajes.

CN: Otro tema que se podría considerar LGTBI porque algunos políticos así lo han vendido es el de la gestación subrogada. En tu libro hablas de gente que vende sus órganos a personas más ricas. ¿Podría hacerse una asociación entre estos dos hechos?

H: Sí. Mi libro explora cómo afecta la inmortalidad a la sociedad capitalista. Si nadie muere al donar cualquier órgano, el capitalismo se aprovecha de ello. Y a través de la libre elección, intenta justificar que “cualquiera haga lo que quiera con sus cuerpo” para que quienes más tienen se aprovechen de quienes menos tienen.

Esto se puede extrapolar a la gestación subrogada, eufemismo de vientres de alquiler, que oculta la realidad: estás alquilando, -vendiendo- tu cuerpo, energía y sangre para poder vivir, porque quienes recurren a esto son mujeres pobres, racializadas, mujeres de las cuales el capitalismo se aprovecha. Hay corrientes neoliberales que intentan justificar una práctica así de horrible con el colectivo LGTBI. A mí me parece que es una forma más de blanquear un abuso capitalista.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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CN: En tu novela reflexionas mucho sobre el derecho a la muerte digna. ¿Hay una lectura política?

H: Sí, trato la eutanasia en mi novela porque es absurdo que en 2019 elegir sobre nuestra vida no sea un bien jurídico disponible. ¿Por qué no podemos decidir morir con dignidad en cambio de sufrir infinitamente? Esta novela viene de mi miedo a la muerte, de intentar imaginarme una situación peor que la muerte: ser inmortal, no poder tener control de la muerte, y precisamente es la forma en la que se encuentran muchas personas terminales, que no pueden hacerlo.

CN: ¿De dónde sale este miedo a aprobar la eutanasia? Solo cuatro países Suiza, Alemania, Japón, Canadá y algunos estados de EE.UU. se atreven a hacerlo.

H: Entiendo que viene por las raíces religiosas del sistema. Con el hecho de considerar el suicidio un pecado y que, técnicamente, es un delito. Los códigos religiosos fueron también normativos y quiero creer que es un resto que se ha quedado obsoleto pero que perdura.

CN: Tú eres una autora joven y LGTBI. Y esto lo incorporas en tu novela. Sin embargo, se suele repetir que los libros de autoras y de personas LGTBI y otros colectivos minorizados no venden. ¿Se puede rebatir este argumento?

H: Por supuesto. ¿Cómo pretendes que un joven LGTBI únicamente consuma contenido que no le habla de su experiencia, que tiene que ponerse en los pies de una persona cishetero? Es como antes, ¿cómo se sentían las mujeres identificadas si todos los personajes eran masculinos? Estábamos ansiosos por tener representación. Un ejemplo son los fanfics, en cuanto veías un atisbo de relación gay te montabas tu película. Pero poco a poco ves que no, no tienes que montarte tu película. Y eso se traduce en jóvenes lectores que compran libros y lo agradecen.