Hay ONGs que luchan para que los gobiernos vendan cocaína y éxtasis legalmente

"La guerra contra el narcotráfico nunca se ganará. Llevamos años perdiéndola. Necesitamos una alternativa, porque la gente toma drogas y necesita hacerlo de forma segura", explica la campaña

Cuando hablamos de “guerra contra la droga” no tenemos que imaginarnos solamente las típicas batallas contra el narcotráfico en Latinoamérica, con esos barrios, ciudades y regiones controladas por los narcos. Son más complejas, son redes mundiales muy amplias que cruzan continentes. Lo demuestra, por ejemplo, el barrio del Raval, en Barcelona, con un problema endémico desde hace décadas que desde hace unos años se materializa en los narcopisos.

La cruzada antidrogas está presente en todas las ciudades, y también la persecución de estas sustancias. Por eso mismo, diversas organizaciones del Reino Unido se han preguntado: “si todos los países tienen problemas de drogas y todos utilizan la misma técnica de persecución, ¿no será esta la que falla?”. No son las primeras en hacerse esas preguntas. Portugal ya lo hizo y redujo la persecución contra la droga y reguló su acceso y consumo. ¿El resultado? “Reducciones del consumo de heroína y cocaína y bajada del VIH”, informa El País.

Con estos datos sobre la mesa, la organización Anyone’s Child: Families for Safer Drug Control ha empezado una campaña para pedir al gobierno de Reino Unido, uno de los países con mayor consumo de drogas per cápita en Europa, que nacionalicen la cocaína, el éxtasis y las anfetaminas y que las vendan legalmente en farmacias controladas por el gobierno. El funcionamiento de estas farmacias lo explica en un libro la exprimera ministra de Nueva Zelanda, Helen Clark, y la ONG Transform, también dedicada a encontrar una alternativa a “la imposible guerra contra las drogas”, que nunca se podrá ganar, y mientras tanto se irá cobrando millones de víctimas anuales.

El libro incluye, como explica The Guardian, un ejemplo de cómo serían los paquetes y las prescripciones de cocaína, incluyendo consejos y advertencias sanitarias, y que además se explicaría cómo tomarlo con precaución, para evitar sobredosis, adicciones y reducir las muertes y dependencias a las drogas. Además, solo se podría comprar una dosis por adulto, y de forma esporádica, no estaría diseñado para consumo diario.

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Los precios los regularía el gobierno, al igual que la producción, que estaría monopolizada por empresas públicas, para que no hubiera agentes privados que se enriquecieran ya que esto haría que las redes narcos se reformasen en una empresa privada que produciría legalmente. Según la organización, “estas propuestas arrebatarían la producción de la droga al crimen organizado, creando un sistema que reduce el daño más que incrementarlo. Así, el statu quo del narcotráfico no podría continuar y se vería descabezado”. Es decir: la idea es que los consumidores no dependan del tráfico privado y quitar influencia y poder al narcotráfico, como si los gobiernos fueran grandes cárteles… pero “con buena fe”.

El gobierno británico se muestra en contra de estas propuestas, pero las organizaciones tras esta campaña creen que “es hora de aceptar que el uso de las drogas sucede y que hacen falta formas de hacerlo más seguro” y, por eso, “este libro quiere empezar una conversación”. Son conscientes que es un proceso lento y que no lo lograrán en un año. Ni en cinco. Ni en diez. Pero que, al menos, la sociedad cada vez más es consciente de que la guerra contra las drogas jamás se ganará, y que discursos como el de esta campaña harán que la gente acepte y entienda que hay alternativas, e incluso acabe pidiéndolas al gobierno.