Lo que ocurre en Sudáfrica demuestra que todos vivimos en sociedades xenófobas

El clásico "no soy racista pero los inmigrantes nos quitan el trabajo" está provocando muertes de extranjeros, que otros países africanos han empezado a repatriar

Cuando eres extranjero y el país en el que vives se alza al grito de "extranjeros fuera", sientes mucho miedo. También si eres un camionero de otro país y un grupo de hombres armados rodean tu vehículo y empiezan a amenazarte, lanzan un ladrillo contra tu ventana y sabes que con toda probabilidad, esos machetes acabarán clavados en tu cuerpo. Hace varias semanas, desde el 1 de septiembre, en Sudáfrica se suceden las escenas de terror, sobre todo para los inmigrantes que viven en el país más rico del continente. Ha resucitado el fantasma universal: "no soy xenófobo pero los inmigrantes nos quitan el trabajo".

Desde entonces, ya han muerto 12 personas, pero el pánico ha provocado el desplazamiento de miles, que huyen de zonas habitadas sobre todo por ciudadanos de Nigeria, Mozambique, República Democrática del Congo o Zambia y que han empezado a recibir amenazas de muerte y asaltos a sus negocios, según varios informes de Human Rights Watch que critican la impunidad de estos ataques. De hecho, la ONG explica que en oleadas anteriores, como pasó en 2008 o 2015 tampoco se llegaron a condenar a los atacantes.

La violencia ya se ha expandido por media docena de barrios de Johannesburgo y, aunque el gobierno asegura que 10 de los 12 muertos son locales, el organismo critica que no se conocen sus identidades para poder contrastar la información. Mientras tanto, sudafricanos en otras zonas del continente han empezado a recibir ataques similares y hasta los países en empezado a actuar para aislar a Sudáfrica si sigue permitiendo la inseguridad en los barrios donde se concentra la inmigración. Zimbabue ya ha repatriado a 170 de sus ciudadanos y Nigeria otros 600. El presidente de Zambia, Edgar Lungu, pidió a la Unión Africana a que intervenga "antes de que la xenofobia degenere en genocidio", según explica Marcel Gascón en El Confidencial.

Pero volver a casa no es una opción para todos. "Si dejo este trabajo por miedo, no hay otro, no tengo otra opción. No tengo adonde ir", decía a la BBC un etíope de 23 años desde la tienda que regenta, tapiada por una poderosa valla de seguridad en Katlehong, una localidad a 35 kilómetros de Johannesburgo. Sudáfrica, con una población de alrededor de 50 millones de habitantes, tiene 3,6 millones de inmigrantes, según datos oficiales. La enorme mayoría vienen de Zimbabwe, Mozambique y Lesoto, aunque su economía es un atractivo para ciudadanos de todo el continente.

Es muy útil vernos reflejados en una realidad que deforma la nuestra hasta hacerla parecer una exageración inalcanzable. Pero la realidad es que igual que los extranjeros sufren persecución en Sudáfrica, los sudafricanos la sufren en otros países de la región. La idea de que vienen a quitarnos el trabajo, que son violentos, que desestabilizan nuestro país planea siempre en los países, que no hace falta que sean más o menos desarrollados, porque siempre tienen lugar para la xenofobia. Si cada vez que se nos pasa por la cabeza que un extranjero sin recursos es una amenaza para nosotros fuéramos capaces de pensar en ese camionero rodeado por un grupo de violentos que lo quiere echar de su país a machetazos, tal vez podamos empatizar mejor. No necesitamos matar a nadie para reconocer nuestros comportamientos xenófobos. Estar solo en otro país, lejos de tu familia, de tus amigos y de tu tierra, te hace más vulnerable, no una amenaza.