El niño africano que fue secuestrado y exhibido en una jaula de monos en el zoo de Nueva York

El joven Ota Benga apenas tenía 12 años cuando fue capturado por el comerciante estadounidense Samuel Verner y expuesto en el zoológico del Bronx

Ocurrió en marzo de 1904. El comerciante estadounidense, Samuel Verner, se adentraba junto a un grupo de hombres fuertemente armados en el interior del Congo belga. Su objetivo no era hacerse con una especie exótica para exhibirla en algún zoológico de los Estados Unidos, no. Lo que Verner buscaba aquel día eran personas, lo que aquel individuo sin escrúpulos quería exhibir eran “salvajes”. Así es como un niño de 12 años de una tribu pigmea llamado Ota Benga acabó siendo secuestrado y enviado en un barco a Nueva Orleans para ser exhibido en la Feria Mundial de St. Louis junto a otros ocho jóvenes arrancados de sus familias por la fuerza. 

Pero como recuerda un artículo de la BBC, la odisea de Ota Benga no había hecho más que empezar. Más de un siglo después de su secuestro y exhibición el caso de este chico africano continua avergonzando instituciones tan prestigiosas como la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre WCS, el zoo del Bronx o el prestigioso diario The New York Times. Todos ellos colaboraron para perpetrar y tapar durante décadas uno de los episodios de racismo más aberrantes de la historia de los Estados Unidos: los 20 días en los que Ota Benga fue exhibido en la jaula de los monos del zoo del Bronx y que, desgraciadamente, atrajo a multitudes que querían ver cómo era aquel niño salvaje al que ni siquiera le daban la categoría de humano.

Según ha desvelado la periodista Pamela Newkirk, autora del libro “Espectáculo: la asombrosa vida de Ota Benga”, la institución nunca se responsabilizó de lo ocurrido tras la liberación del joven Benga el 28 de septiembre de 1906. La que se suponía era una institución que pretendía divulgar y conservar la vida animal del planeta sirviendo como reclamo para que los ciudadanos tomaran conciencia, era en realidad un reducto del racismo colonial y eugenesista más rancio y conservador de la época. No solamente tuvo la terrible idea de exponer a Ota en “la mejor habitación en la casa de los monos”, como llegó a asegurar el director del Zoológico Nacional de Whasington y principal zoólogo del país que incluso llegó a decorar la jaula con huesos para sugerir que Ota era un canibal, sino que la institución llevó a cabo una gran campaña para tapar su racismo tras las enormes críticas de los sectores cristianos.

Es aquí donde contó con la inestimable ayuda del diario The New York Times que a lo largo de 10 artículos se dedicó a desmontar la historia de Ota Benga asegurando que en realidad era un empleado del zoológico y que la prensa del momento habría exagerado en torno a su papel en la supuesta exhibición del hombre salvaje que convivía con monos. Llegó incluso a calificar la historia como una “leyenda urbana” y desprestigiar a quienes insistían en que realmente la exhibición tuvo lugar durante al menos 20 días. De hecho, existen numerosas evidencias de que la exhibición tuvo lugar y, finalmente, y debido a las críticas que todavía persisten, el actual director de la WCS, Cristian Samper, han pedido disculpas públicamente.

"Lamentamos profundamente que muchas personas y generaciones se hayan visto perjudicadas por estas acciones o por nuestra incapacidad para condenarlas y denunciarlas públicamente con anterioridad”, declaró recientemente Samper quien invitó a "reflexionar en la historia de la WCS, y en la persistencia del racismo en nuestra institución”. Y es que no es ninguna novedad que la teoría de la evolución de Darwin no solamente despertó el interés por la preservación natural en Occidente, sino que fue utilizada para justificar sistemáticamente el colonialismo y el racismo ejercido por las potencias coloniales sobre sus territorios en África.

La disculpa enormemente tardía de las instituciones implicadas en el escándalo de 1906, solamente se producen después de que el movimiento Black Lives Matter, iniciado a raíz del asesinato del ciudadano afroamericano George Floyd a manos de la policía, haya puesto de manifiesto la fractura racial que continúa existiendo en una de las sociedades más teóricamente abiertas y racialmente diversas del mundo. El reconocimiento de los errores del pasado y su divulgación en el presente son una poderosa arma que puede movilizar las conciencias hacia el cambio necesario que todavía deber realizarse en el seno de la sociedad estadounidense. Hacer justicia con Ota Benga, aunque sea 104 años después, es la única manera de limpiar una herida que lleva demasiados años infectada.

Por desgracia, la historia de Ota acabó tan mal o peor de como empezó. Tras ser liberado y acabar siendo acogido por la Escuela y Seminario de Lynchburg para estudiantes negros, en Virginia, el joven entró en una fuerte depresión que acabó llevándole al suicidio disparándose con un arma de fuego en marzo de 1916. Tenía tan solo 25 años.

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