Se infiltró en 32 granjas españolas para retratar las condiciones de vida de los cerdos

La investigación de Aitor Garmendia muestra que, a pesar de la presión de los activistas y de los consumidores, poco ha cambiado en las granjas de cerdos de nuestro país

Desde hace años, multitud de organizaciones y activistas de nuestro país luchan por el bienestar de los animales, aunque este concepto quizá es un poco general ya que los animales sufren de muy diversas maneras. Algunos de estos activistas se centran específicamente en la lucha contra los zoológicos, que denuncian como instituciones decimonónicas que ya carecen de sentido. Otros se preocupan de los animales de compañía, el cruel negocio que a veces se oculta en su cría y el maltrato que muchos de estos animales sufren a lo largo de su vida. Pero quizá la mayor preocupación de todos es la industria de la carne y el resto de alimentos que provienen de los animales de granja, un negocio enorme e implacable y que oculta horrores difíciles de soportar.

En este último grupo encontramos a Aitor Garmendia, el fotoperiodista responsable de Tras los Muros, un proyecto audiovisual con el que trata aportar herramientas gráficas para el análisis sobre el especismo y la opresión histórica que sufren los animales.

Aitor lleva involucrado en organizaciones antiespecistas desde inicios de los 2000. A través de ellas participó en varias investigaciones encubiertas pero, hace unos años, tras una serie de divergencias con las nuevas líneas estratégicas que estaban siguiendo estas organizaciones, dejó de militar en ellas y comenzó su proyecto personal.

Ahora, presenta FACTORÍA, una amplia investigación sobre la violencia que tiene lugar bajo los estándares de la explotación industrial de cerdos. Durante los años 2019 y 2020, Aitor accedió de forma encubierta, junto a un equipo de investigación formado por personas que han elegido permanecer en el anonimato, a 32 explotaciones de cerdos ubicadas en España. Allí dentro se ha encontrado con multitud de irregularidades y sufrimiento: cerdos con dificultades locomotoras, con heridas abiertas, infecciones, lesiones fruto de peleas, canibalismo entre animales, tumefacciones de gran tamaño, etc. La investigación denuncia la falta de atención veterinaria y la complicidad de las instituciones que realizan inspecciones insuficientes y no aplican las leyes en vigor.

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Contactamos con Aitor para hablar sobre su proyecto y que nos contase un poco más sobre él.

Código Nuevo: ¿Qué te hace embarcarte en una investigación tan extensa y complicada como esta?

Aitor Garmendia: La industria cárnica impide al consumidor ejercer su derecho a acceder a información veraz. Restringe la entrada de la prensa crítica a sus instalaciones, presiona a las administraciones públicas para que estas persigan las investigaciones encubiertas e invierte millones de euros en propaganda proyectando una idea que no se corresponde con la realidad. Con este blindaje informativo lo que se pretende es evitar que la sociedad tome partido. Dado su enorme poder, si queremos contrarrestar su relato y aportar evidencias e información, no veo otra forma. De hecho, la investigación no ha sido más extensa debido a la limitación de recursos con la que cuento.

CN: ¿Crees que las empresas han cambiado en algo su trato a los animales tras otras investigaciones que se mostraron a públicos masivos como el reportaje de Salvados en El Pozo

AG: No lo creo.

CN: ¿Y las empresas se han blindado más? ¿Es más difícil entrar?

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AG: Sí, mucho más. De hecho, lo expresan así. Salvados fue un antes y un después.

CN: Dices que solicitaste acceso y siempre te lo negaron*.

AG: Sí, he solicitado permiso a varias explotaciones para documentar el manejo y todas se han negado. 

CN: Es evidente que estas acciones contrarrestan la publicidad de las empresas y lobbies cárnicos, y que ayudan a que los consumidores sean conscientes de lo que pasa en las granjas pero, ¿cuál es tu objetivo final de esta investigación: un cambio en la industria o que la gente deje de comer carne?

AG: Aunque ambas cosas puedan ser positivas, no forman parte de los objetivos de esta investigación ni de mi trabajo. Yo solo trato de aportar información y agitar el debate público. La denuncia es a la totalidad, a la explotación animal en sí misma, y no a determinados incumplimientos a la normativa.

CN: ¿Os habéis encontrado alguna exploración que tuviera unas condiciones aceptables? Te lo pregunto porque un argumento recurrente de la industria y los consumidores militantes de carne es que los reportajes que se publican siempre se centran en casos particulares.

AG: Hemos encontrado granjas en mejor estado que otras, puede que “aceptables” en términos ganaderos. Sin embargo, los sistemas de confinamiento y los procedimientos permitidos por la ley, tal y como desarrollo en el informe y como constatan las imágenes, comprometen de forma grave la salud física y psicológica de los cerdos y les privan de todo bienestar.

CN: Ante la fortaleza del lobby de la carne, se supone que el gobierno actual en España debería ser algo menos influenciable. ¿Crees que esto es así? 

AG: Creo que al gobierno actual en España no le preocupa la explotación de los animales. Está a otros asuntos que considera de mayor gravedad.

CN: ¿Cuál es la fuerza del lobby de la carne en nuestro país y en Europa?

AG: La industria de la carne es el cuarto sector industrial del país y algunos hechos recientes revelan su poder. Por ejemplo la defensa del sector realizada por la ministra de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, Isabel García Tejerina, en febrero de 2018 tras la emisión del reportaje de Salvados que mostraba a cerdos con malformaciones y en estado de canibalismo en una granja proveedora de El Pozo. O, más recientemente, la campaña Let´s Talk About Pork From Europe, diseñada para hacer frente a los supuestos «bulos» que se vierten contra el sector de la carne de cerdo y que ha sido financiada en gran parte por la Unión Europea.

CN: ¿Cuáles son las irregularidades más llamativas que os habéis encontrado durante la investigación?

AG: Lo que más nos ha llamado la atención, que además pone de manifiesto la impunidad con la que operan los propietarios de las explotaciones ganaderas, lo vimos en una granja de Castilla-La Mancha. Además de escenas de canibalismo, observamos varios cuerpos de cerdos en descomposición en distintos recintos. Meses después, cuando regresamos a comprobar el estado de las granjas, esos cuerpos seguían en la misma posición. Nadie los había retirado y en la misma nave había cerdos vivos. 

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CN: ¿Y cuáles son las aberraciones más terribles que se cometen y qué crees que los consumidores de carne deberían saber?

AG: Por ejemplo, es legal mantener a las cerdas en jaulas que les impiden darse la vuelta, golpear con una «tubería metálica» a lechones enfermos en vez de tratar de recuperar su salud o amputar rabos, colmillos y genitales. Recomiendo acudir al informe para verificar que todo lo que afirmo ha sido extraído de sus propios documentos oficiales, aunque cueste creerlo. Por otra parte, si entendemos bienestar como la ausencia de malestar, ningún tipo de explotación, sea esta intensiva, extensiva, de autoconsumo o proximidad, puede garantizarlo para ningún animal. Es solo propaganda. 

CN: En la investigación, describes con todo detalle el proceso de producción de estas explotaciones. ¿Cómo has accedido a toda esta información?

AG: A través de los informes y manuales oficiales de la industria, de las administraciones públicas, bases de datos y leyes. 

CN: ¿Crees posible la mejora del sistema de producción de la carne de cerdo?

AG: No.

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CN: La inspección por parte del Estado, como dices en el reportaje, es claramente insuficiente. ¿Qué cambios crees que serían necesarios en este sentido?

AG: La Administración debería, en primera instancia, permitir el acceso a la prensa crítica a las instalaciones ganaderas. Solo así, con una sociedad informada, sentirá la presión necesaria para, al menos, cumplir la ley.

* Ante la pregunta de cómo consiguió infiltrarse en las explotaciones ganaderas, Aitor prefirió no contestar.