El coronavirus hace que las pateras huyan en dirección contraria

Las plazas para volver a los países de origen son más altas que las que se pedían para entrar a España. Algunas superan incluso los 5.000 euros

Todxs nos hemos planteado regresar a casa por la pandemia. Estar lejos de la familia o de las personas que nos importan no es fácil. Pero esto es aún más difícil para personas que están en España sin permiso. A pesar de las dificultades que sigue habiendo en sus países de origen, muchxs han decidido regresar para escapar de la pandemia que actualmente azota gran parte de Europa. Como explica El País, un grupo de unos 100 marroquíes se embarcó a finales de marzo en dos botes inflables para volver de forma clandestina a su país. El precio de una plaza en una patera que se mueve explica El País oscila entre los 400 y los 1.000 euros, sin embargo el viaje de vuelta es mucho más caro, cada unx pagó unos 5.400 euros por el viaje hacia Marruecos.

"Los traficantes de migrantes muestran extrema flexibilidad y adaptabilidad de sus negocios delictivos, ahora también organizando los viajes de migrantes marroquíes irregulares que huyen de la COVID-19 de España a Marruecos", cita el documento que ha realizado la Comisión Europea y que se ha recogido por el diario Al Ahdath Maghrebia. Explican, además, que el trayecto de regreso no fue nada fácil, ya que cuando se adentraron en la costa fueron sorprendidos por enormes olas que les mantuvieron en el mar más de 24 horas.

Después de Sudáfrica y Egipto, Marruecos es el tercer país africano más afectado por el coronavirus. Tienen aproximadamente más de 2.800 casos confirmados. Las restricciones que existen son similares al de resto de países, con lo cual el confinamiento es obligatorio. Las autoridades avisadas por dicho desembarco comenzaron una investigación para poder atrapar a estas 100 personas que venían desde España para evitar que se convirtiesen en un foco de contagio. Con la entrada del estado de alarma, muchxs se encuentran ahora lejos de sus casas y sus familiares, como por ejemplo trabajadores transfronterizos que cumplían con su jornada laboral en Ceuta y Melilla y que, de repente, estaban en el lado equivocado de la frontera, retenidos.

Los botes inflables no son los únicos medios que eligen quienes deciden huir desesperadamente del coronavirus. Desde Ceuta y Melilla al menos una veintena de marroquíes ha huido a nado a su país durante el confinamiento. Cuatro jóvenes lograron llegar desde la playa de El Tarajal a la playa marroquí vecina, donde fueron detenidos en la orilla y sometidos a controles médicos. La diputada Rita Hatimi explicó que "el brote del virus llevó a los ciudadanos marroquíes a infiltrarse incluso en camiones de transporte internacional de mercancías desde Europa a Marruecos".

Este huida junto con el cierre de fronteras que evitó que llegaran nuevos trabajadores para la temporada del campo se ha visto reflejada en el sector de la agricultura. Algunos pequeños propietarios agrícolas constataron que los miles de jornaleros extranjeros empleados para trabajar en sus campos no habían llegado y probablemente no llegarán. Esta situación trastoca y vierte de polémica el debate migratorio. La ministra italiana de Agricultura, Teresa Bellanova, viendo el daño económico significativo que puede acarrear la ausencia de estos trabajadores, propuso establecer un puente aéreo para permitir el traslado a Italia de los temporeros. La operación no se llevó a cabo.

Desde luego ahora se deja a simple vista que muchos trabajadores agrícolas son empleados sin contrato de trabajo: miles de extranjeros están en situación de explotación laboral y no se dirigen a los campos a trabajar porque tanto ellos como quienes los explotan no quieren correr riesgos de ser atrapados por los controles policiales existentes. Frente a esta situación ciudadanos franceses, por ejemplo, se han inscrito para ayudar en los campos y Portugal ha decidido realizar una regularización exprés de extranjeros para que lxs trabajadorxs puedan incorporarse legalmente en el mundo agrícola. Como tantas otras cosas, el coronavirus ha demostrado que regularizar la inmigración en términos justos y respetuosos es urgente.