El matrimonio sigue siendo una institución sagrada para millones de personas. Para muchas otras, sin embargo, no es más que un trámite por el cual obtener ciertos beneficios fiscales y legales. No suma nada romántico a su relación. Es puro pragmatismo. No obstante, en los últimos tiempos ha surgido un nuevo tipo de persona: la que sí cree en el carácter simbólico del matrimonio pero no quiere casarse con ninguna otra persona sino consigo misma. Es lo que ha venido denominándose sologamia, especialmente desde que la protagonista de la película La Boda de Rosa, de Icíar Bolláin, e interpretada por Candela Peña, decidiera comprometerse con ella misma para toda la vida.
Por supuesto, y como explican desde El Confidencial, estas ceremonias matrimoniales no tienen ninguna validez legal: tu estatus no cambia en absoluto una vez casadx contigo mismx. No tienes permisos de trabajo especiales. No te deduces nada en la declaración de la renta. No eres susceptible de acceder a ayudas para matrimonios. Es simplemente una cuestión filosófica. Simbólica. Espiritual para quienes tienen algún tipo de creencia relacionada con el autocuidado. Y sí, por si te lo estás preguntando, estas bodas sologámicas suelen tener todo lo que suelen tener las bodas de pareja: “votos, anillos, invitados y celebraciones”. Un supuesto acto de amor propio por todo lo alto.
Una tendencia que ya se está mercantilizando
Porque, como todo, la sologamia también está mercantilizándose. En principio, y aunque a ti pudiera parecerte exagerado, o innecesario, esto de casarse con unx mismx no es más que una declaración de autorespeto, de que cuidarás de ti en la salud y en la enfermedad, de que te serás fiel todos y cada uno de los días que estés en este planeta. Es bonito. ¿Desmedido quizá? Es posible, pero cada cual decide quererse a su modo y es totalmente respetable. La cuestión es que el capitalismo ya ha olido el negocio y ya han surgido en ciudades como Madrid y Barcelona “empresas especializadas que ofrecen paquetes completos para estas bodas individuales”. Siempre el maldito dinero.
Y esta es quizá la mayor preocupación en torno a la sologamia: que la maquinaria publicitaria capitalista desvirtúe la motivación real que se esconde tras esta ceremonia. Porque no, no necesitas casarte contigo para amarte, pero algunas personas que no han sabido priorizarse a lo largo de sus vidas pueden beneficiarse de alguna manera de un ritual así. Otras, no obstante, podría verse seducidas innecesariamente por los anuncios y las ofertas con las que estas empresas les machacarán, haciendo que la sologamia se convierta en otro objeto más de consumo al que le han extraído su esencia más bonita. Cuanto menos dinero de por medio mejor. Quererse debería ser muy barato.