A la mierda con el discursito clásico: la ansiedad no es debilidad. Es una reacción totalmente natural de tu mente y de tu cuerpo a situaciones de incertidumbre. Te pasa a ti. Le pasa a esa persona tan neurótica. Y le pasa a aquella tan aparentemente tranquila. No hay sapiens que esté inmunizado frente a ella. Y sí, es normal que cuando ves a alguien sufrir sus efectos desees consolarle de alguna manera para que se le pase y recupere la armonía interior. No obstante, y como apunta la psicoterapeuta Jennifer Gerlach en una publicación para Psychology Today, hay algunas frases bastante utilizadas en estas situaciones que, aunque esconden buenas intenciones, solo empeoran las cosas.
Una de ellas es la típica frase de “ya te ocuparás de ello cuando llegue”. Y tiene sentido: la ansiedad viene de una anticipación de los eventos y es comprensible que quieras hacerle ver que no resulta para nada útil preocuparse ahora por algo con lo que aún no puede lidiar porque aún no ha ocurrido. Sin embargo, y en palabras de Gerlach, “si alguien te habla de miedo por el futuro, ya ha llegado allí”. Su mente ya está en ese problema. Le cuesta horrores regresar al presente. En este sentido, añade esta experta, sería más recomendable soltarle un “hagamos un plan” juntxs para estar preparadxs para cuando el problema llegue, si es que llega. Ayúdale a sentir que puede afrontarlo.
Ayúdale a planificar una solución
Pero no le dejes solx. Otra de las frases más frecuentes en estos casos es la de “podrás con ello”. Nuevamente, es una frase empoderadora que parece bastante buena. No obstante, “cuando alguien te pide ayuda, comentarios como este pueden parecer como si lo estuvieras dejando por su cuenta”. Y no es así. Como apuntábamos en el párrafo anterior, ofrecerte para ayudarle a planificar una solución es la mejor respuesta. Y sin deslegitimar nunca sus sensaciones. Aquello de “tranquilo, todo está bien” no suma porque realmente no está bien: sufre ansiedad y no es aconsejable hablar de ella como si fuera un espejismo. Es un trastorno en sí mismo que provoca emociones muy reales.
Y ahora entramos en las que probablemente son las dos frases más dañinas. En primer lugar, la de “esto no ayuda a nadie”. ¿Acaso crees que quiere padecer un ataque de ansiedad? Claro que no. Es una putada. Y si provoca incomodidad o malestar en los demás, es cosa de ellos saber gestionarlo. No le presiones. En segundo lugar, escribe Gerlach, está la de “si no hubieras hecho aquello no estarías en esta situación”. Si sueltas algo así es porque no le quieres o bien porque la frustración de verle tan mal te lleva a hablar sin pensar. Pero ahórrate esta perlita. “A menos que puedas ofrecerle una máquina del tiempo, esto no es productivo”. Solo estás añadiendo culpa a su calvario.