La monogamia ha sido el cánon románticosexual durante décadas. Y obviamente no funciona para todo el mundo. En la actualidad, y una vez desenmascarados los profundos tabús católicos que han formado parte de nuestra sociedad durante siglos, muchas más personas deciden ir a tope con la poligamia y participar en relaciones abiertas en las que ni la sexualidad ni el romanticismo son necesariamente material exclusivo para una sola persona. No obstante, la poligamia sigue siendo gamia: hay una unión profunda, incluso si las reglas internas difieren de las habituales en las relaciones monógamas o dicha unión tiene lugar entre múltiples personas. La verdadera alternativa radical es la agamia.
La premisa es sencilla: la agamia consiste en vivir en una soltería deliberada. La persona ágama no busca construir una relación de tipo romántico con nadie. No concibe la pareja como una de sus aspiraciones vitales. No cree en la idea de que el crecimiento personal tenga que darse en el seno de un vínculo con otra persona. Como dicen desde Xataka, “la agamia consistiría en un modelo que parte de la eliminación del gamos y la relación gámica, es decir, de las uniones tradicionales”. Ni con una ni con dos ni con siete personas. Pasan olímpicamente de la búsqueda del amor duradero. Aunque eso no quiere decir que vivan necesariamente ajenos al amor y al disfrute sexual.
”Al definir la agamia suelen plantearse ciertas pautas como la renuncia a las parejas y al modelo que las concibe con un fin reproductivo y, sobre todo, la reivindicación de la independencia personal, pero eso no significa que quienes se identifiquen como ágamos renuncien a las relaciones sexuales o al romanticismo”, explican desde dicho medio. No son personas ermitañas. No huyen del contacto físico. No son célibes. Simplemente esperan disfrutar del sexo y del amor fuera de las estructuras de pareja y, en consecuencia, fuera de las barreras asfixiantes que caracterizan a cualquier relación con base romántica. Lo viven aquí y allá. Lo viven con fluidez. Sin deber explicaciones.
¿Es una buena manera de afrontar la vida? Es una más. Perfectamente válida como cualquier otra que no haga daño a nadie. Sin embargo, hay especialistas que creen que el crecimiento de la agamia entre la población podría tener que ver con el rechazo al compromiso no por creencias filosóficas sino por una dificultad contemporánea y extendida de dedicarle esfuerzos constantes a algo. En palabras de la psicóloga Jessica Prado, “las metas individuales y las aspiraciones propias”, especialmente las profesionales y hedonistas, están ganando prioridad sobre la construcción de vínculos sólidos. Dicho esto, que cada cual reflexione y haga lo que le haga feliz. No hay más.