Las personas han migrado y se han ido del lugar que los vio nacer desde el inicio de los tiempos. Como dice el cantante Jorge Drexler: “Somos una especie en viaje, no tenemos pertenencias, sino equipaje”. En la mitología griega, la Odisea de Homero ya narraba el periplo que tiene que vivir Ulises, un semidiós que debe afrontar múltiples peligros lejos de los suyos, y que padece enormemente esa lejanía. En una época tan globalizada como la de hoy, son muchas las personas que dejan atrás sus raíces, sus familias y sus hogares para empezar de nuevo en otro sitio. Muchas veces, forzados por situaciones de guerra, precariedad económica y falta de oportunidades.
Como Ulises, afrontan muchos retos desde el momento en que pisan el lugar que les recibe. Y es por eso que se ha llamado “síndrome de Ulises” al estrés crónico y múltiple que enfrentan aquellos que migran, y que sufren millones de personas en el mundo. No es una patología, pero sí un síndrome con un cuadro reactivo de estrés muy intenso, crónico y múltiple.
Más allá del duelo migratorio
Los psicólogos conocen bien qué es el duelo migratorio: cuando una persona pasa por la “pérdida” de vivir lejos. Esa que hace que tengas que aprender a vivir lejos de tu familia y tu red de apoyo, y aceptar que tu día a día va a cambiar y que ya no puedes hablar con los mismos códigos con la gente que te rodea, que incluso el clima es diferente o incluso los sabores de la comida.
Pero el síndrome de Ulises va más allá de esto. Es la respuesta a condiciones extremas y a la incertidumbre constante. Son esas personas que afrontan una travesía hacia su nuevo país en la que pueden perder la vida, o que están a la merced de la amenaza de mafias y grupos violentos que los chantajean si quieren pasar la frontera. La separación forzada, o la lucha por comer cada día y no tener trabajo son otras de las razones por las que alguien podría sufrir este síndrome.
El síndrome de Ulises no significa que las personas tengan que ser diagnosticadas sí o sí con depresión. En muchos casos son personas proactivas, sin ideas de suicidio y con mucha esperanza. Pero soportar esas emociones de estrés y angustia puede hacer que padezcan insomnio, migrañas, ansiedad, tristeza y una gran variedad de síntomas, como explica Ayuda en Acción.
La soledad, el sentirse aislados, también tiene un gran impacto para las personas que migran. Por eso, es fundamental que puedan crear una red de apoyo, quizá con otrxs que estén pasando por algo similar, poder compartir vivencias y reconocer el dolor que supone tener que estar tan lejos de aquello que querías. Algo que nos puede pasar a todxs en cualquier momento de nuestras vidas.