Las cinco razones por las que odias que te digan qué hacer

Es un buen mecanismo de defensa contra gente malvada. Es una pésima manera de reaccionar contra gente con buenas intenciones

Recibir órdenes no es lo tuyo. Ni obedecer. Ni practicar la sumisión amable. Odias, y con tanta intensidad que resulta imposible esconderlo, que te digan lo que tienes que hacer. Te revuelves ferozmente cuando alguien lo intenta. Y lógicamente te ha costado una buena cantidad de conflictos. Para Seth J. Gillihan, psicoterapeuta, esta reactividad tan potente a la más mínima muestra de autoridad puede tener cinco raíces diferentes, la primera de las cuales es el sentimiento de ser infantilizadx. Lo curioso es que en muchas ocasiones terminas respondiendo de una manera bastante inmadura e infantil y montando una rabieta desproporcionada. Es el eco de lo que ocurría décadas atrás.

Muy estrechamente ligada a la primera está la segunda razón habitual de este tipo de sensación: el sentimiento de impotencia. En palabras de Gillihan, “recibir órdenes de otra persona puede parecer sacrificar el control y estar en una posición de inferioridad y tu resistencia podría ser una forma de recuperar el poder, incluso si va contra tus intereses”. Tu pareja, por ejemplo, te ha pedido que guardes cama hasta estar del todo recuperadx del virus que llevas sufriendo una semana. O tu nuevx compañerx de trabajo te ha contado una manera más eficiente de hacer las cosas que podría ahorrarte tiempo. Son cosas buenas para ti, pero detestas cumplir con sus recomendaciones.

Y luego está el individualismo. “Las sociedades occidentales valoran el individualismo: queremos tomar nuestras propias decisiones y destacar entre la multitud en lugar de ser una oveja”, así que eso de seguir las órdenes de otras personas te sabe como una renuncia a tu identidad única. Como aceptar ser unx más del rebaño. Por último, y siempre según este experto, están el dolor, pues “cuando alguien te dice que cambies de comportamiento te está diciendo implícitamente que tu comportamiento actual no es lo suficientemente bueno”, y el miedo a que se venga arriba y comience a hacerte peticiones cada vez más feas. Prefieres poner barreras a arriesgarte.

Por supuesto, negarte a cumplir órdenes arbitrarias es una actitud loable. Ole tú. No obstante, hay veces en las que dejarte asesorar y no cerrarte en banda puede mejorar tu vida. Sobre todo cuando viene de gente buena que no quiere pisarte en absoluto. En este sentido, escribe Gillihan, hay tres pasos claves para responder más positivamente a las demandas ajenas: ser consciente de las reacciones emocionales que te invaden cuando te dicen cómo hacer las cosas, fijarte en cómo lucha tu ego ridículamente y cuestionar las suposiciones que tu subconsciente te manda. No, no quiere controlarte. No, no quiere tratarte como a alguien inferior. Tan solo quiere ayudarte a crecer.