Porno inmobiliario. Así viene llamándose coloquialmente a una de las tendencias más pujantes, y sorprendentes, la verdad, de redes sociales como Instagram o TikTok: la de los influencers (sí, la inmensa mayoría son tipos trajeados con zapatos lustrosos) que se dedican a subir a las plataformas contenido relacionado con casas tremendamente espectaculares. En palabras del periodista cultural Abraham Rivera en el diario El País, hombres con “edades que muchas veces no llegan a la treintena y con ademanes reconocibles, los de un cayetano del barrio de Salamanca, el rincón más tradicionalmente privilegiado de Madrid”. Sus caras inundan tus redes. Lo están dando todo.
Uno de los más destacados, escribe el propio Rivera, es el consultor vitoriano Guille Revilla, cuyos “movimientos recuerdan a los del bailarín soviético mientras realiza un house tour y va mostrando los diferentes espacios de las viviendas: zona de noche, vestidores, baño en suite, cocina para show cooking...”. Todo aquello que tú probablemente nunca puedas tener. No en vano, y según declara el mismo consultor, algunas de las propiedades que muestra pueden llegar a costar diez millones de euros. Están situadas en Serrano, sí, pero también en otras zonas VIP como Recoletos, Almagro, Jerónimos o La Moraleja. Son mundos aparte. Realidades totalmente paralelas.
¿Eres tú su target? Por supuesto que no. Lo que intentan estos influencers es llegar a los ojos de quienes tienen la suficiente pasta como para permitirse mansiones así. Y cada vez se esfuerzan más. Como explica una de las principales agencias de comunicación del sector, “muchos agentes inmobiliarios están adoptando una comunicación más arriesgada, buscando viralizarse de manera intencionada, similar a los titulares llamativos de la prensa tradicional que ahora se trasladan a tuits o mensajes de TikTok”. Esa es la razón por la que te los encuentras hasta en la sopa. Los pisazos de lujo terminan teniendo mucha interacción. Lo miras casi sin querer. Como el porno.
Y eso en realidad es una mierda. Al fin y al cabo, lo que te provoca la visualización de esos lugares no es una motivación, como lo haría el vídeo de un viaje a Australia, que está a tu alcance, sino una frustración muda por saber que tú jamás podrás permitirte vivir en un lugar de esas características. Es masoquismo puro. Una crueldad para con la satisfacción propia. Sobre todo cuanto entiendes que tus views, y los sentimientos que te generan, son solo instrumentos para que esos persiguericos consigan su verdadero objetivo. Y tú, mientras, tienes que ver cómo el acceso a la vivienda, incluso en modo alquiler, resulta cada vez más sofocante. Pero qué mal repartido está el mundo.