Solo borrando a tu ex de las redes sociales podrás empezar a pasar página

Tal vez deberías eliminarlo, borrarlo de tu lista de amigos, dejar de seguirle el Twitter y dejar de mirar su foto de perfil en WhatsApp aunque ahora con stories, ya no podrás. Hacerlo desaparecer, en definitiva.

“Pues muy triste no estará. Míralo, ahí, de farra. Tan ricamente. ¿Y la canción que subió el otro día? Seguro que va con segundas, como su estado de ayer. Será imbécil. Igual se piensa que no lo voy a pillar. Pero a mí no me engaña. ¿De qué coño va?”. Y así todo el día. Menos mal que Facebook no es como Linkedin y que puedes cotillear su perfil todo lo que quieras, pero está empezando a convertirse en algo enfermizo. Tal vez deberías eliminarlo, borrarlo de tu lista de amigos, dejar de seguirle el Twitter y dejar de mirar su foto de perfil en WhatsApp aunque ahora con stories, ya no podrás. Hacerlo desaparecer, en definitiva.

Porque, esa obsesión por vigilar sus pasos como si te hubiera fichado la CIA, no está haciendo otra cosa que construir en tu mente elucubraciones sobre su vida que no te permiten pasar página. Lo habéis dejado y tienes que superarlo. Punto. Pero no puedes evitarlo. Por eso, nos preguntamos: ¿es necesario borrar a tu ex de las redes sociales para poder cerrar las heridas de la ruptura?

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“Una vez que la relación ha terminado, es fundamental curarse de ella, aprender a desvincularnos”, constata Raúl Padilla, psicólogo y terapeuta de parejas. “Los hábitos comunes, las sensaciones, la compañía física y emocional. Todo deja un evidente vacío y trae consigo el síndrome de abstinencia”, explica. Ha llegado el momento de volver a pensar en singular y de reinventarte como individuo y, para ello, "tener a tu ex en las redes sociales no hace ningún bien”.

De hecho, el experto defiende al egoísmo sano como la única vía sana para volver a sentirse bien: “Pensar en uno mismo, en salir a la vida renovado, sin pensar en el otro, es el camino que hace más viable la recuperación tras una ruptura”. Porque para eso estás dolido, triste, deprimido y tienes que volver a salir a flote, tienes que aprender a cuidarte por ti mismo, ahora que ya no puedes contar con su hombro para llorar.

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Es lógico: en los días siguientes al golpe, cuando comenzamos a hacernos cargo de la situación, el deseo de encontrar respuestas a lo que ha sucedido es inevitable. “Esos sentimientos encontrados, la búsqueda de respuestas a las cientos de preguntas que se agolpan en nuestra cabeza, son pulsiones habituales y lógicas, aunque pueden abrir la puerta a la necesidad enfermiza de control sobre el otro”, razona Padilla.

Y ahí es donde las redes sociales nos juegan las peores pasadas. Esas visitas constantes a su perfil de Facebook, ese análisis pormenorizado de cada frase, de cada fotografía, de cada comentario y, en definitiva, de cada publicación, puede hacer que nos volvamos completamente locos. “Mantener cerca a quien teníamos a nuestro lado, en el centro de nuestra vida, y de tenerlo a solo un golpe de click, inevitablemente hará que nos siga picando la curiosidad de saber qué es lo que está haciendo, saber si él o ella también están tan deprimidos como tú”, explica el psicólogo, que añade: “Por eso, con la herida aún fresca, tenderemos a pensar que todo hace referencia al proceso que estamos viviendo en lugar de contextualizarlo en la realidad”.

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Por tanto, es tarea nuestra saber transformarlo en cariño y en recuerdo o en odio visceral, aunque allá cada uno. Eso sí, permitiendo que el tiempo discurra y traiga consigo la creación de otras rutinas, de otros afectos. “Y, para ello, es crucial cortar cualquier vía de comunicación en las redes sociales, esos ojos indiscretos e invisibles que nos mantienen unidos y que cuentan, a todo aquel que le interese, cómo estamos”, sentencia Padilla.

Ya habrá tiempo para volver a ser amigos pero, de momento, procura alejarte lo más que puedas o, primero, nunca terminarás de desengancharte y, segundo, correrás el riesgo de perder la cabeza. Porque lo más probable es que ni esa canción, ni esa foto ni ese comentario vayan por ti y, si lo hacen, ese ya no debe ser tu problema. No caigas en el juego. Si es el otro es el que no lo está sabiendo superar, que se joda.