Está llegando el veranito y tú estás pensando ya en dónde ir de vacaciones. Y que sean unas buenas: unas para desconectar DE VERDAD. Vamos que no quieres ver stories de tus amigxs, compañerxs de trabajo o conocidxs en Ibiza, Menorca, Costa Brava, Grecia, Indonesia, etc. A ti lo que te apetece es irte a Mordor, un lugar donde no te encuentre ni Google Maps, dormir fresquito/a y poder estar a tu bola sin estar pendiente del postureo que acompaña a esta época del año. Y precisamente para eso, para no dar un palo al agua y recargar las pilas, los spaniards tenemos una solución perfecta: los pueblos de toda la vida de Dios. Ya sabes, esos que cuando eras pequeño te parecían estar en la otra punta del mundo.
Pero ojo, en Código Nuevo no te vamos a recomendar cualquier pueblo random que llegues allí y te acuerdes de nuestros ancestros, no. A continuación te hablaremos de cinco pueblos que son crema a la hora de desconectar del WiFi y en los que tu único estímulo serán las conversaciones sobre el tiempo —el “parece que se ha quedado un buen día” es un clásico en verano—, la hora del vermú en la plaza del pueblo y las siestazas que te vas a pegar viendo lo que queda de Vuelta a España en La2. Paraísos rurales buenos, bonitos y baratos en los que la gente se identifica por cosas como ser “el hijo de la Paquita” y en los que reconectarás con tu herencia ancestral.
Peñalba de Santiago, León
Solamente llegar a este rincón del Bierzo leonés ya es una aventura que te hará sentirte un explorador decimonónico. Rodeado de imponentes montañas verdes — la Silla de la Yegua, el Pico Tuerto y la Aguiana— y bosques de robles, este pueblecito de casas con techos de pizarra y calles empedradas parece sacado directamente de la Edad Media y se anuncia como el pueblo más bonito de España. A ver, está claro que bonito y pintoresco es un rato pero la opción es bastante heavy y recomendamos este pueblo para los que quieran una desconexión radical. Irte allí una semana sería como jugar en modo hardcore, así que sigue leyendo que vienen pueblos más accesibles.
Covaleda, Soria
Si Soria es el equivalente ibérico a Mordor, Covaleda es el Mordor soriano. Y no es necesariamente algo negativo, más bien todo lo contrario. Situado a los pies del Pico de Urbión y rodeado de uno de los mayores bosques de pino del sur de Europa, este pueblo puede presumir de tener el mejor chorizo del mundo y de que sus habitantes preparen como nadie un brebaje mágico conocido como ‘zurracapote’. El caso es que, sin ser el pueblo más bonito de la región de Pinares por desgracia Covaleda sufrió un incendio que acabó con su núcleo urbano y desde entonces Vinuesa y Molinos de Duero compiten por ese honor, lo que nadie podrá dudar es que es uno de los mejores rincones del país para desconectar, comer bien y dormir fresquitos. Además, las fiestas de San Lorenzo son brutales.
Ansó, Huesca
Uno de los pueblos más ‘cukis’ del Pirineo aragonés y de los pocos que han conservado su arquitectura tradicional y sus costumbres intactas. Merece la pena pasarse por allí el Día de la Exaltación del Traje, el último domingo de agosto, en el que sus habitantes se pasean por el pueblo con las típicas vestimentas ansotanas. La sensación de estar en el rodaje de Braveheart se completará con el espectacular torreón del s. XIV que domina la entrada al pueblo. Eso sí, si te cansas de tanto folclore y te sales a dar un paseo por las laderas del valle solamente decirte que se trata de uno de los pocos rincones del Pirineo en los que todavía quedan osos viviendo en libertad. Casi nada.
Albarracín, Teruel
Encalado en unas peñas a más de mil metros de altitud, las casitas rojas de Albarracín, su muralla y su iglesia gótica constituyen una de las postales más increíbles de todo Aragón y quizá de todo el país. Una joya arquitectónica declarada Monumento Nacional en 1961 con la que entender la mezcla de culturas que se dieron lugar en la Alta Edad Media y con poco más de 1.000 vecinos a los que soportar. Eso sí, prepárate para pasar calorazo infernal por el día y más frío que en Siberia por la noche. Es lo que tiene el clima del far west ibérico pero, en esencia, lo que queríamos recomendarte eran sitios para dormir sin nadar en tu propio sudor. Como en casi todos los ejemplos anteriores muchos dirán que es el pueblo más bonito de España, pero la única manera de saberlo es acercándose hasta allí.
Potes, Cantabria
En el ránking de pueblecitos en los que dormir fresquito, andar por el monte y desconectar del mundo no podía faltar un representante del norte de la península. Se trata de Potes, uno de los municipios más conocidos de los Picos de Europa y epicentro de la comarca de la Liebana. Aquí, además de adentrarte en lo más profundo del folclore montañés podrás ponerte las botas con sus sobaos, cocido lebaniego y truchas. Por si fuera poco, el festival gastronómico lo podrás acompañar con un chupito de orujo, la bebida más cotizada del lugar y a la que se le celebra una fiesta el segundo fin de semana de noviembre. Y para quemar el aporte calórico en los alrededores de Potes podrás practicar el mountain bike, la escalada, el trekking, el parapente…Vamos que no te vas a aburrir.
Esto son solo cinco pueblos escogidos al azar —bueno, en algunos de ellos tenemos familia— , pero en España hay miles de ellos esperando a que te arrimes y les ofrezcas todo tu amor y algún que otro stories. Porque lo importante es tener claro que a veces no hace falta irse lejos para estar la mar de a gustito en tus vacaciones. Y es que, como dice el refranero: “quien tiene un pueblo tiene un tesoro”.