Creías que lo sabías todo sobre el Titanic. Que aquel análisis forense de 2023 que reveló que Jack no podía salvarse de ninguna de las maneras por más que la gente siguiese insistiendo en ello completaba el puzzle. Ya no tenías más dudas ni más cosas por descubrir. El misterio estaba resuelto. Pero no. Ahora, y cuando están a punto de cumplirse 113 años del hundimiento del transatlántico más famoso de la historia, una investigación llevada a cabo por National Geographic con tecnología de escaneo 3D ha revelado nuevos secretos de la tragedia. Entre ellos, que la sala de calderas estuvo hasta el final en funcionamiento con la esperanza de que la luz artificial ayudara a las víctimas a escapar en los botes.
Y obviamente no lo hacían solas: como explican desde El Nacional, “una válvula abierta en la popa del barco hundido lo corrobora: los trabajadores estuvieron echando carbón a las calderas hasta que la sala quedó anegada”. Esa imagen de los músicos tocando hasta el final por amor al arte es una de las imágenes más bonitas de la película de James Cameron de 1997, pero esta otra sí que está avalada por la ciencia y es incluso más heroica: gente partiéndose el lomo en mitad de la catástrofe, sabiendo que iban a morir, para que la iluminación siguiese encendida y otras personas con más suerte que ellas pudieran salvarse del drama. Es una escena tan triste como conmovedora.
Pero no es lo único que ha descubierto el equipo de National Geographic responsable del estudio. Además, el escaneo y el trabajo de interpretación posterior ha permitido conocer el tamaño de las perforaciones que sufrió el Titanic y que lo llevaron finalmente al hundimiento. Y es ridículo. “Tenían tan solo el tamaño de hojas de papel DIN A4, unos 21x29,7”. Casi nada en comparación con las colosales dimensiones del barco. Eso sí, la investigación también ha concluido que el golpe con el iceberg también se llevó por delante algunos ojos de buey, ya sabes, esas ventanas de los camarotes tan gruesas. Pequeños problemillas aquí y allá que desencadenaron un caos en cadena.
¿Que cómo pueden estar tan segurxs? Pues porque la metodología del estudio ha sido bastante meticulosa. Para que te hagas unas idea, el escaneo se ha realizado a partir de más de 700.000 fotografías del barco hundido tomadas por robots submarinos desde todos los ángulos posibles. Porque ahí sigue. A casi 4.000 metros de profundidad. Luego, con esas imágenes, se ha diseñado una réplica digital del transatlántico. La investigación, además, ha combinado todo este con los relatos de los supervivientes para hacerse una idea lo más precisa posible de lo que ocurrió. Y lo que ocurrió no fue otra cosa que un golpe superficial. Pero con consecuencias fatales.