Hay quienes contemplan nuestro mundo como una especie de dictadura del capacitismo: una inmensa mayoría de personas que poseen unos cuerpos normativos crean una sociedad a su imagen y semejanza a la que las personas con cuerpos variados y no normativos, cuerpos que se han venido conociendo erróneamente como discapacitados, tienen que amoldarse obligatoriamente. Entre ese quienes se encuentra la artista barcelonesa Helena Vinent, quien en su nueva instalación artística, Accidente, exhibida en estos momentos en el Espai 13 de la Fundació Joan Miró de Barcelona, reivindica una mirada mucho más positiva de los cuerpos heterocapacitados.
Porque para la sociedad contemporánea, y en realidad casi para cualquier sociedad de la historia, estos cuerpos son cuerpos asociados una y otra vez con la carencia, la impotencia, el sufrimiento y la pena. Algo con lo que Helena, quien sufre sordera, discrepa totalmente: para ella es necesario comenzar a identificar a las personas que poseen estos cuerpos alternativos como sujetos de gozo y de placer. Seres activos y dinámicos que nada tienen que ver con la imagen que el capitalismo, dice, ha difundido sobre ellos: la de una minoría inferior y débil que no puede valerse por sí misma y que en consecuencia requiere ser infantilizada y protegida.
Las barreras del sistema
De hecho, a Helena parece resultarle muy irónica esa idea porque, explica, si las personas con cuerpos no normativos deben ser atendidas de una manera especial es precisamente porque el mundo está configurado para cuerpos diferentes a los suyos. En sus propias palabras para eldiario.es, “yo puedo leerte los labios y seguir una conversación, pero en vez de enseñarte a ti a hablar por signos, me obligan a mí a llevar una prótesis que subraya mi supuesta inferioridad. Se obvia que las barreras que tienen que superar los deportistas y todas las personas disca son las que impone el poder capacitista, que se niega a adaptar su mundo para nosotros”.
Y Accidente te hace vivirlo en tus carnes. Nada más entrar a la sala, te topas con un muro blanco de madera con varios agujeros. Ves lo que hay dentro pero no puedes acceder. “Bienvenido a lo que siente una persona disca ante las barreras que le pone el sistema”. Una vez ahí, las escaleras te invitan a volver a subir para buscar el ascensor a través de unos mensajitos. Lo pillas y llegas a la instalación, pero por una puerta de emergencia. No es ninguna casualidad. Les ocurre en su día a día. Ves obras en las que tejidos, tiras elásticas y vibradores representan muy creativamente el deseo sexual de las personas diversas. Un deseo ignorado. Pero un deseo muy real.