La timidez es la hermana pequeña de la inseguridad: aparece porque sientes que lo que puedes hacer o decir en determinada circunstancia es demasiado imperfecto como para ser bien recibido por lxs demás. Un sentimiento que condiciona tu vida de una manera mucho más brutal de lo que las personas con confianza y desparpajo podrían llegar a imaginar. Las entrevistas de trabajo son más duras. Las citas románticas o sexuales se vuelven megadesafiantes. Lanzarse a una nueva afición cuesta horrores. Y hablar en público es prácticamente una utopía. Pero es una movida que está solo en tu cabeza: no gustas menos a la gente. Es lo que lxs especialistas conocen como brecha de agrado.
Y no es nueva. Ya en 2014, hace una década, dos investigadorxs de la Universidad de Chicago documentaron cómo las personas tenemos una tendencia clara a creer que hemos gustado menos de lo que en realidad hemos gustado durante una interacción social. En 2018, un conjunto de científixs especializadxs en psicología de algunas de las universidades más prestigiosas del mundo como Harvard o Yale, profundizaron un poco más en esta cuestión y llegaron a la misma conclusión. Una conclusión, la de la brecha de agrado, que parece ser especialmente intensa en el caso de las personas inseguras y tímidas. Y es una mierda porque te alejas de oportunidades que sí que estaban ahí para ti.
No te fíes de todo lo que dice tu mente
¿Cuántas veces has querido decirle a alguien algo bonito pero has sentido que solo harías el ridículo? Es una trola de tu mente. En palabras de David Robson, periodista que indaga en este artículo para The Guardian en la ciencia de la timidez, “la mayoría de las personas se sienten mucho mejor al haber expresado sentimientos cálidos, aunque por desgracia nuestra reserva natural a expresarlos nos lleva a desaprovechar las oportunidades de consolidar nuestros vínculos”. Porque esa otra persona te encuentra más atractivx de lo que imaginas y tu cumplido no haría sino incrementar esa percepción. Todas las piezas para el ligue están sobre la mesa. Solo falta una: tu autoconfianza.
Pero es fácil decirlo cuando eres una persona extrovertida como yo. En este sentido, dice el propio Robson, las personas tímidas pueden usar trucos para vencer sus miedos. Uno de los más útiles parece ser entrar en las conversaciones con un pequeño halago tipo me mola tu pelo o qué guays los zapatos que llevas. No son muy atrevidos, pero serán recibidos con alegría y tú sentirás que la otra persona está más receptiva y amable. La otra gran técnica de Robson consiste en intentar ver un panorama general de la situación: es alguien a quien no verás más, rodeada de gente a la que tus dramas le dan igual. El universo no te presta tanta atención. Y esa puede ser tu liberación.