No te disfraces en Halloween, por favor

Solo los difraces que se compran anualmente en Reino Unido tienen el mismo impacto medioambiental que 83 millones de botellas. En total, 2.000 toneladas de residuos para que te lo pases bien una noche

Se acerca la ‘noche del terror’, la noche de Halloween. Esa americanada en la que todxs hemos acabado cayendo más de una vez y que consiste en comprarse un disfraz, peluca o complemento de un bazar o tienda de disfraces, salir a beber como posesos y abandonar ese traje en el armario o la basura al día siguiente y no volver a usarlo en tu vida.

¿O acaso no es verdad? ¿Has vuelto a usar esa peluca de plástico rojo que te compraste para tu traje de bruja? ¿Y ese disfraz de poliéster de dinosaurio que compraste para el Halloween de hace tres años? No, no mientas. Sigue ahí, tirado en una caja, muerto de asco. Pero tranquilx, no eres el únicx. No te estamos señalando a ti, porque todxs lo hemos hecho, a pesar del gran impacto medioambiental que tiene. Esta semana el diario Metro lo cuantificaba en cifras: todos los disfraces baratos de Halloween que se venden solo en Reino Unido contaminan como 83.000.000 botellas. Imagínate la cantidad global.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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El artículo se basa en un estudio de las ONG Fairyland Trust y The Hubbub Foundation, que investigaron las 19 principales tiendas en las que se compraban disfraces y ropa de Halloween, incluidas H&M, Topshop y Zara. Los resultados: el 83% del material usado para crear estos disfraces era plástico contaminante. En total, entre envoltorios, tejidos baratos de plástico y los microplásticos que desprende la ropa barata, 2.000 toneladas de plástico que se estaban generando innecesariamente.

Cada año estamos más y más concienciados con el tema de plásticos y microplásticos. Y, sin embargo, todavía no hemos desterrado y condenado este acto con la firmeza con la que deberíamos. Por eso, este año en el que el discurso sobre la contaminación ha estado tan presente deberíamos ser consecuentes y rechazar esta forma low-cost de celebrar la fiesta. Aunque, obviamente, como la gente británica a la que se dirige el estudio no dejará de disfrazarse para Halloween, una de las más importantes de su calendario, las organizaciones tras la denuncia recomiendan que, si se disfrazan, lo hagan comprando en tiendas y apps de segunda mano o rebuscando en el armario, “que seguro que siempre tenemos cosas”.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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En España, sin embargo, tendríamos que pensar: ¿realmente necesitamos disfrazarnos en Halloween? Es una fiesta surgida del mundo anglosajón que se nos ha ido imponiendo poco a poco y de forma sutil a través de su cultura audiovisual, predominante. No es nada nuevo, todos ya sabemos que Halloween es una fiesta calificada de “imperialista”, “colonialismo cultural”, “préstamo extranjero”, etcétera, unos conceptos muy grandes y serios que pueden dar un poco de pereza, pero que ocultan una verdad: lo celebramos por moda, está vacía de significado folklórico y cultural, y quizá no hace falta hacerlo si tiene este duro impacto medioambiental.

En nuestro país ya tenemos el Carnaval si queremos disfrazarnos. Además, Halloween coincide con otras fiestas patrias como Todos los santos o la Castanyada que corren riesgo de perderse ante el ímpetu uniformador de esta globalización cultural anglosajona. ¿Acaso no es raro ver panaderías decoradas con calabazas? ¿o ver niños haciendo 'truco o trato' en España? ¿o canciones en inglés para celebrarlo porque en España no tenemos esta tradición? ¿o concursos y fiestas públicas de disfraces? ¿o gente comprando calabazas solo para hacer formas y decoraciones y luego tirarlas? 

Por supuesto, Halloween es divertida ¿a quién no le gusta disfrazarse de monstruos, ver pelis de miedo y salir de fiesta?, pero no hace falta darle bombo. No es nuestra fiesta, es igual de relevante culturalmente que tu festival favorito, que también es una vez al año. Igualmente, estás en tu derecho de celebrarla: disfrútala, pásatelo bien, pero, por favor, sin disfrazarte con plásticos contaminantes y sin olvidar que tenemos que conservar nuestras tradiciones, esas que nos hacen únicos.