El secreto por el que te sientes raro después de hacer una videollamada

Tu cerebro no reacciona igual a una imagen digital que a una persona de verdad

Llevas dos horas en una videollamada de trabajo con unx compañerx. Un poquito agotador, pero nada fuera de lo normal: estáis revisando el proyecto juntxs para confirmar que todo está perfectamente antes de enviarlo al cliente. Una vez finalizada, dais por terminada la llamada, os despedís hasta mañana y cortáis. Vuelves al mundo real. Te sientes aliviadx por volver a estar a solas en tu casita, pero hay un sentimiento que brota de lo más profundo de tu cerebro. No es malestar. No es tristeza. Es extrañeza. Una especie de incomodidad inexplicable que no sabes de dónde ha salido. Pero la ciencia sí: tu cerebro no procesa las conversaciones de videollamadas de la misma manera que las presenciales.

Es la conclusión de una investigación llevada a cabo recientemente por un equipo de científicxs de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, con 28 adultos sanos sin problemas de visión y de diferentes edades, géneros y etnias. En concreto, lxs autorxs del estudio hicieron que estas personas intectuaran entre sí en tiempo real y monitorizaron su actividad cerebral y ocular mientras tanto con espectroscopia funcional de infrarrojo cercano, electroencefalografía y rastreadores oculares. Luego, compararon los resultados con los ofrecidos por la monitorización de la actividad cerebral de esas mismas personas durante videollamadas de dos en la plataforma de Zoom.

Así funciona nuestro cerebro

”Los sistemas sociales del cerebro humano están más activos durante encuentros reales en persona que en Zoom. Las representaciones online de rostros, al menos con la tecnología actual, no tienen el mismo acceso privilegiado a los circuitos neuronales sociales del cerebro que es típico de las cosas reales”, explicaba la autora principal del experimento, la neurocientífica Joy Hirsch. Más específicamente, las conversaciones cara a cara provocaban mayores aumentos de la actividad en un área crítica conocida como región dorsal-parietal. Había un mejor procesamiento facial, un mejor procesamiento sensorial, una mejor percepción especial y un mejor seguimiento ocular.

Y no solo eso: el diámetro de las pupilas de las personas era más amplio durante las conversaciones cara a cara como síntoma de una mayor excitación y además se daba una actividad neuronal sincronizada mucho más alta, señal de un mayor intercambio mutuo de señales sociales. En definitiva, y como apunta Hirsch, “en general, las interacciones sociales dinámicas y naturales que ocurren espontáneamente durante las interacciones en persona parecen ser menos evidentes durante los encuentros por Zoom”. No os miráis igual. No os atendéis igual. No sentís lo mismo. Así que no te rayes: si te sientes rarx después de una videollamada es normal. No eres tú. Es la pobreza de tal encuentro social.