Los informes que analizan el rendimiento académico de la juventud de los diferentes países del mundo desarrollado, con el informe PISA a la cabeza, suelen dejar a España bastante mal y son motivo recurrente tanto de críticas mediáticas como de una autoestima bastante frágil como ciudadanía. Sales ahí fuera, a un Erasmus, y tienes la sensación de que no estás a la altura de lxs estudiantes de Alemania, Dinamarca o Países Bajos. ¿Pero y si, como ocurre también a nivel individual, estuviésemos obsesionándonos torpemente con el rendimiento en matemáticas o en lingüística y, con ello, obviando dimensiones intelectuales en las que somos bastante top? Parece ser que es precisamente lo que ocurre.
Según una evaluación internacional de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), publicada el pasado mes y en la que se ha analizado el rendimiento académico de estudiantes de 64 países distintos, “el rendimiento medio del alumnado español de 15 años en pensamiento creativo es un poco superior al de los de la Unión Europea y la OCDE, por encima de lo que cabría esperar a tenor de sus resultados en matemáticas y lectura del informe PISA”, explican desde El Confidencial. No, quizás no destaquemos en álgebra, en trigonometría o en análisis sintáctico, pero tenemos una capacidad imaginativa muy buena. Y deberíamos celebrarlo.
Una mente abierta soluciones alternativas
Al fin y al cabo, y aunque el término creatividad remita automáticamente a la habilidad artística, lo cierto es que también está estrechamente relacionado con la resolución de problemas complejos. Ante una misma encrucijada laboral, académica o personal, tienes mayor probabilidad de dar con soluciones alternativas que ni siquiera estaban sobre la mesa. Y eso es ultra valioso. Además, parece ser que ese pensamiento creativo también incluye “características socioemocionales como la curiosidad y la persistencia”, que te invitan a querer entender cómo van las cosas y te dan una motivación extra para seguir adelante cuando las cosas se complican.
Especialmente relevante es la conclusión de que el rendimiento matemático o lingüístico no predice el rendimiento creativo. Según confirman desde el citado medio, “se puede destacar en pensamiento creativo sin sobresalir en ámbitos académicos y viceversa”. Y no es un detalle nimio. A fin de cuentas, históricamente se ha etiquetado y discriminado fuertemente a quienes no rendían “lo suficiente” en áreas clásicas. Tal vez sea el momento de entender de una vez que hay muchos tipos de inteligencia y que el entramado académico no está diseñado en estos momentos para medirlas todas. Siempre hay un valor escondido. Hagámoslo aflorar.