La prevalencia de la depresión en la actualidad es preocupante. Deberíamos realizar un análisis del modus vivendi contemporáneo para ver qué estamos haciendo mal como sociedad para que tantas personas caigan en ella. Y pronto. Dicho esto, que los niveles estén más altos que nunca no quiere decir que la depresión sea un fenómeno exclusivo de la época moderna: es algo muy humano que nos ha acompañado toda nuestra historia. De ahí que tantos autorxs le hayan dedicado su tiempo. Uno de ellos, el filósofo británico Robert Burton, publicó en el 1621 La anatomía de la melancolía, donde no solo analizaba sus potenciales causas sino que además proponía una receta para combatirla.
La idea es sencilla: ¿y si la depresión no es una enfermedad sino un mecanismo muy complejo del cerebro para decirte que algo está muy mal en tu vida? Justin Garson, profesor de filosofía en el Hunter College de Nueva York, lo explica de esta manera en un artículo para Psychology Today: “Hasta el siglo XVIII los médicos creían que la fiebre era una enfermedad. Había que combatirla con drogas y sangrando. Ahora sabemos que no es una enfermedad, sino parte del diseño de nuestro cuerpo para combatir infecciones. Burton pensaba que la depresión se parecía más a la fiebre que a la fibromialgia: el truco consiste en aprender a escucharla”. No es un mal inexplicable. Es tu mente.
Las razones detrás de este descubrimiento
Por supuesto, esto no quiere decir que los medicamentos contra la depresión sean indeseables o innecesarios. La fiebre es un mecanismo del cuerpo para protegerte, pero en ocasiones, cuando alcanza una intensidad muy elevada, puede poner en riesgo tu salud e incluso tu vida. Por eso lxs médicos recurren a tratamientos para mantenerla en los niveles adecuados. En ese sentido, y siempre bajo la propuesta de Burton, la depresión, aún tratándose de un arma de tu cuerpo para motivar cambios en tu vida, también puede volverse peligrosa y los medicamentos “ayudan a algunas personas a gestionar los síntomas más insoportables”. Pero eso no quiere decir que sean la solución final.
Porque la solución final sería encontrar aquello que anda mal y cambiarlo. Una hipótesis que la psiquiatría moderna estaría abrazando poco a poco, dice Garson. Primero, porque parece plausible. Segundo, porque esta concepción tiene beneficios terapéuticos. Hans Schroder, profesor asistente de psiquiatría de la Universidad de Michigan, descubrió durante una investigación que “las personas que adoptaban la perspectiva de que la depresión era una señal natural de la mente, en lugar de un trastorno cerebral, tendieron a sentirse menos impotentes y más optimistas acerca de la terapia”. Y esta última es fundamental. Es ahí donde aprendes a escuchar y descifrar la depresión correctamente.