El pintor austríaco Ferdinand Georg Waldmüller no aparece entre los más citados por parte de la crítica artística especializada ni está entre los primeros nombres que acuden a la mente de la gente cuando se piensa en los más grandes de la historia. Sus obras, exponentes de un estilo realista y burgués conocido como estilo Biedermeier, son hermosas, pero no forman parte de la cultura popular. Entonces, ¿por qué todo el mundo está hablando ahora de este señor? El secreto está en uno de sus cuadros, La esperada, donde una mujer pasea por un sendero en mitad del campo mientras mira atentamente lo que tiene entre sus manos: un objeto cuadrado que parece un smartphone.
Pero eso no puede ser. Al fin y al cabo, Waldmüller pintó La esperada en el año 1860, mucho antes de que estos dispositivos fuesen siquiera una idea. ¿Podría ser otro tipo de objeto? Por supuesto, y es lo más probable, pero, como dicen desde El Confidencial, “la escena del cuadro parece algo sacado de nuestros días: una joven totalmente concentrada en lo que sostiene, de la misma forma en que hoy vemos a cualquier persona absorta en la pantalla de su smartphone”. Una especie de anacronía. Un detalle que para mucha gente es simplemente un parecido casual sin más misterio y, para otras muchas personas, la muestra definitiva de que existen los viajes en el tiempo.
¿Y la crítica más sesuda qué opina?
Según cuentan desde el citado medio, “expertos explican que lo que la joven tiene en sus manos no es más que un pequeño libro de oraciones, un objeto bastante común en la época fácilmente reconocible por los observadores del siglo XIX”. Y hay pruebas en el propio cuadro que señalan en esta dirección: fíjate bien en cómo cuelga un rosario de las manos de la joven protagonista de esta obra. No, con casi toda probabilidad ni esa mujer ni el pintor eran turistas temporales. Nadie estaba contestando whatsapps intertemporales ni mirando vídeos de la plataforma de moda en el año 2350 ni jugando a la versión futurista del Candy Crush.
Era simplemente una mujer enfrascada en su actividad religiosa. O al menos esa es la conclusión de lxs historiadorxs del arte. Alguien, quizás tú, podría pensar diferente y nadie en este mundo podría contradecirlo con ninguna prueba absoluta. En cualquier caso, que sepas que esto no es la primera vez que pasa: “Existen otros ejemplos en la cultura popular donde objetos del pasado han sido malinterpretados como dispositivos tecnológicos modernos”. Como la obra Mujer joven con una carta y un mensajero en su interior del holandés Pieter de Hooch, Glorificación de la Eucaristía de Ventura Salimbeni o La virgen con San Giovannino de Domenico Ghirlandaio.