La conducta de Israel desde el 7 de octubre de 2023, cuando varios grupos armados de militantes palestinos pertenecientes a Hamás y a la Yihad Islámica Palestina atacaron por sorpresa en varias comunidades judías cercanas a Gaza, ha sido totalmente desproporcionada, cruel y criminal. Los constantes ataques a la población civil gazatí no tienen excusa ninguna. Los bombardeos a hospitales no tienen perdón. El uso del hambre como arma de guerra, la ejecución de asesinatos deliberados y la indiferencia ante el sufrimiento infantil no pueden justificarse desde ningún punto de vista. Y, sin embargo, la comunidad internacional permanecía en silencio. Al menos hasta ahora.
Porque la Corte Penal Internacional (CPI) acaba de emitir varias órdenes de arresto contra el primer ministro israelí, el ultraconservador y amante de la mano dura Benjamín Netanyahu. Y es histórico. Pese a la brutalidad de los gobiernos israelíes contra los pueblos árabes que ya vivían en la región antes de la constitución del estado israelí, es la primera vez en la historia que la CPI se atreve a hacer algo así. Y es que las presiones tanto de Israel como de algunos de sus más abnegados aliados, como Estados Unidos, han sido permanentes. No obstante, y en palabras del fiscal de la CPI, Karim Khan, “no vamos a ser disuadidos por amenazas”. Los crímenes son demasiado evidentes.
Como explican desde eldiario.es, “la Corte señala que hay motivos razonables para considerar a Netanyahu y Gallant, [ex asesor militar y ex comandante de las fuerzas de defensa del Mando Sur] responsables de crímenes de guerra y de lesa humanidad como inanición como método de guerra, asesinato, persecución y otros actos inhumanos contra la población de Gaza”. Todo ello de manera intencionada. Todo ello con una frialdad y falta de empatía digna de estudio. La pregunta no es si estas órdenes de arresto tienen sentido. La pregunta es cómo es posible que hayan llegado más de un año después. Lo que está ocurriendo en Gaza es una vergüenza para el mundo.
Así se debería cumplir la orden de arresto
Pero el lío viene ahora. Después del movimiento de la CPI, los 124 países que forman parte del Estatuto de Roma deben cumplir con la orden de arresto si Netanyahu pisa su territorio. Pero de la acción al hecho hay un tramo. Es más, cinco países ya han criticado duramente el anuncio del tribunal: Argentina, Austria, Estados Unidos, Hungría y República Checa. Además de lógicamente el propio gobierno Israelí. En concreto, y haciendo uso de un viejísimo argumento que ya no dice nada, Netanyahu ha calificado la decisión de la CPI de decisión antisemita. Sigue habiendo una coalición mundial enorme que legitima los crímenes de Israel. Sigue reinando el sinsentido en este planeta.
Aun así, la CPI parece ir con todo esta vez. “La ley existe para todos y su función es reivindicar los derechos de todas las personas. Nadie está por encima de la ley, ningún pueblo”, apuntaba recientemente el propio Karim Khan, quien además ha adelantado otras investigaciones sobre otros territorios afectados por la ocupación ilegal israelí como Cisjordia o Jerusalén Este. Los bombardeos a edificios en los que se refugian de la guerra civiles gazatíes. El bloqueo de la ayuda humanitaria. La expulsión premeditada de sus hogares. No hay por dónde cogerlo. Esto no es una cuestión política. Ni histórica. Ni cultural. Es simplemente una masacre. No hay otra manera sana de verlo.
Y sí, yo conozco muy bien el sufrimiento del pueblo judío desde su mera creación. En mis estanterías tengo los dos volúmenes de La historia de los judíos, de Simon Schama, casi 1.500 páginas que relatan la persecución y el odio que han tenido que soportar durante milenios. No está ahí por casualidad: mi familia paterna es étnicamente judía. Mi abuela vivía en las juderías de Béjar y Hervás junto con su abuelo Elías, un judío practicante. Y portamos el gen de una enfermedad, la de Gaucher, bastante más común entre las comunidades judías askenazís. Pero, de nuevo, y para que quede claro, esto no puede analizarse desde la historia. Solo desde los derechos humanos.Mientras mueran asesinados niñxs inocentes no hay argumentos políticos que valgan.