Europa grita “no” a la ultraderecha: claves de las elecciones francesas

El Frente Popular que une a todas las izquierdas frustra las ansias de gobierno de la ultraderecha de Le Pen en Francia

La última vez que Europa se puso en plan nacionalista la cosa terminó tremendamente mal: dictaduras, invasiones, genocidios y una guerra catastrófica en la que murieron cerca de 50 millones de personas. Entendimos el mensaje. A partir de ahí, la mirada progresista, que trata al trabajador con dignidad con independencia de su origen, y la mirada comunitaria, de generosidad entre países, ganó terreno. Pero, como ya ocurrió en los años 30 del siglo pasado, una profunda crisis económica del sistema capitalista ha reavivado en los últimos tiempos el afán de nacionalismo populista y de conservadurismo extremo. Y da miedo. Pero parece que esta vez sí que no pasarán.

Porque Francia, donde el partido ultraderechista de Marine Le Pen se las prometía muy felices, gritó ayer NO a las ideas xenófobas, racistas, LGTBIfóbicas y de austeridad económica que tan mal suelen acabar para la clase trabajadora, en la segunda vuelta de las elecciones generales. Y lo hizo de una manera casi poética. Primero, con la unión de todos los partidos de izquierda en el Frente Popular: socialistas, comunistas, ecologistas y miembros de la Francia Insumisa de Mélechon. Segundo, con el pacto con el partido Renacimiento de Macron, de corte algo centrista, de retirar sus candidatos en aquellos lugares en los que entorpecieran para parar a la ultraderecha.

Lo que supone esta victoria para el resto de Europa

Y es una jugada de una importancia extraordinaria. Uno de esos instantes que, quizá, solo quizá, no sean demasiado recordados en la historia porque evitaron una tragedia que, al no llegar a suceder nunca, no será sobreanalizada en los libros de historia. Pero no te queda duda: que Francia, la séptima economía más potente del mundo, se una de esa manera para rechazar los postulados reaccionarios que tanto margen habían ganado en la opinión popular es maravilloso y un punto de inflexión. Como también lo es que los conservadores del Reino Unido, los responsables de sacar al país de la Unión Europea, se hayan dado el batacazo que se han dado en favor de los progres.

Son dos países de un gran liderazgo los que vuelven a la senda de la tolerancia social y de la inversión como motor económico. Y en Polonia, la quinta economía de la UE, ya echaron del gobierno a los ultras en favor del liberal moderado Daniel Tusk. La historia, dicen, suele repetirse, pero lo ocurrido en la primera mitad del siglo XX fue tan bestia que la inmensa mayoría de la gente parece decidida a evitar que suceda una vez más. Y esa es quizás nuestra gran baza: la ultraderecha tiene un problema porque cada vez que parece rozar el poder activa con furia la oposición en masa de la izquierda, que la hunde. Ojalá siempre sea así. El odio y la división nunca fueron el camino.