Esto fue todo lo que aprendí después de saber qué se estaba haciendo dentro del Parlamento Europeo

Código Nuevo formó parte del ‘Seminario para nuevos medios digitales’ que se realizó en el Parlamento Europeo en el que se conocieron las formas para llegar a las nuevas audiencias a través de redes sociales

El avión aterriza con entera facilidad. Han sido menos de dos horas de viaje en las que he aprovechado la desconexión a Internet en mi móvil para avanzar en esas lecturas que siempre parecen quedar pendientes. Estoy en Bruselas. La espera para salir del avión se me hace cortísima, por fuera de la ventanilla hay un claro protagonista: el cielo gris, encapotado. He venido a Bruselas a pasar dos días en el interior del Parlamento Europeo, junto con otros medios de comunicación españoles mientras recibimos un seminario para nuevos medios digitales. La teoría la entiendo pero mis expectativas son mínimas, no sé exactamente qué ocurrirá. Y menos mal.

La ciudad oficialmente europea

Me monto en el bus que me han indicado para llegar al centro de la ciudad. Me deja a cuatro minutos caminando del hotel en el que pasaré estos tres días. El recorrido hasta la ciudad me parece mágico, esto es algo que me ocurre en la mayoría de los viajes que hago, sobre todo cuando es la primera vez que visito una ciudad. Pienso que Bruselas es, sin duda, el ejemplo que respondería a la frase “Europa es así”: por la distribución de los hogares, por los colores, la diferencia entre una calle y otra, la mezcla de culturas y la identidad que se percibe constantemente, desde sus calles con adoquines al estilo medieval hasta las oficinas que se alzan cuando pasas por primera vez por delante de la sede del Parlamento Europeo.

$!La Grand Place, Bruselas

Las horas de ese primer día de llegada los uso para conocer un poco más dónde estoy. Hace un frío aplastante y, antes de que se haga muy tarde, vuelvo al hotel para descansar para los dos días siguientes que me esperan. El despertador suena a las siete de la mañana, tengo una hora y media para desayunar y vestirme, he quedado con el resto de medios de comunicación y los organizadores del viaje en el hall a las ocho y media de la mañana. A las nueve debemos acreditarnos para entrar en el Parlamento. Bajo a desayunar con las pintas que tengo por la mañana y pronto me doy cuenta de que (obviamente) no estoy en un hostal. Allí todas las personas ya están duchadas, trajeadas y envueltas en perfume y gesto serio. Me siento patética, no me volverá a pasar.

No soy joven, no tan joven, pero estas cosas aún me ocurren: tengo esa ingenuidad que me permite ser o bien natural o bien estar completamente al margen de lo que está ocurriendo.

Adentrarse en el Parlamento

La acreditación en el Parlamento se hace sencilla, no es una novedad que haya que pasar varios registros y controles para entrar. Hay personas muy importantes que no quieren verse en riesgo. Después del control estoy segura que tengo los ojos como platos. El Parlamento es un espacio GIGANTE lleno de laberintos y conexiones extrañas entre pisos, haría falta un mapa interactivo para llegar a las salas correspondientes. Subimos a la planta número 12. Desde allí Bruselas se ilumina con un rayito de luz que se cuela entre las nubes grises, toda su arquitectura de tonos marrones cobra vida. En esa planta conocemos al resto de medios europeos que han venido también a aprender cómo podemos hacer para que el público más joven conozca que está sucediendo en el continente en el que viven.

$!Actividad con otros medios de comunicación

Una de las principales actividades es ver qué tenemos en común con el resto de medios y con las diferentes personas que lo forman. En mi mente agradezco las clases de inglés que mis padres pagaron durante toda mi vida. Ese nivel me permite desenvolverme fácilmente y esto hace que me sienta cómoda. Después de este primer contacto es hora de ir escuchando a los diferentes ponentes.

La sala se pone en silencio cuando Roberta Metsola entra por la puerta. Yo también me quedo muda, es la tercera mujer presidenta del Parlamento Europeo y la más joven de la historia. Se merece un respeto. La he visto por la televisión muchísimas veces y su compostura y su seguridad al entrar por la puerta me hacen admirarla. Dice que no necesita micrófono para hablar y que todo lo que diga durante ese rato con nosotros no puede publicarse. No me saltaré las normas, solamente diré que hay una conclusión clara que saco de este encuentro: los medios de comunicación debemos encontrar la manera de devolverle el entusiasmo a las personas más jóvenes, debemos ayudarlos a que hagan el camino hacia el voto, debemos intentar que dejen de sentir que no hay nada que pueda hacerse para generar el cambio.

Una realidad desconocida

Siendo honesta, esta experiencia fue un completo descubrimiento. Jamás supe que podía votar en las elecciones europeas, jamás pensé que podría sentarme delante de un eurodiputado de derechas y apoyar su discurso, jamás imaginé lo complicado que podría ser para tantos integrantes de tantos gobiernos ponerse de acuerdo, cuando sus posturas son tan sumamente opuestas y, sobre todo, jamás me había fijado en lo importante que es tomar parte de esto que está ocurriendo mientras tú y yo hacemos scroll en el móvil intentando desconectar del estrés que nos produce el estudio y el trabajo.

$!Sala del Parlamento Europeo

Y esta última parte me importa mucho: nos piden que vayamos a votar pero no sabemos cómo, no sabemos a quién, muchas veces no sabemos por qué y otras tantas sentimos que no nos da la vida. A partir de aquí nos hacemos dueñas de ese reto que también tiene el Parlamento: guiar hacia esas elecciones, entender que si intervenimos hay posibilidad de cambio y explicar las fórmulas que hay de llegar hasta ahí. El año 2024 será decisivo para recomponer la estructura de la nueva legislatura y nuestras preocupaciones también deben estar ahí. Y hay un ejemplo concreto que eché de menos durante todo el seminario: hay que hablar de salud mental y, sin embargo, no se habló de ese tema. Ahora ya sé por qué mi voto sí cuenta.