Ese compañero de clase que sabes que tiene pareja, pero siempre que os encontráis en el bar tonteáis. El chico que conociste de fiesta en verano y que, a pesar de que solo habéis quedado una vez, aún sigues con los mensajitos por los “jajas” y porque notas que le molas un poco. En algún momento de nuestra vida hemos tenido a un o más ligues en reserva, o hemos sido la reserva de otra persona (aunque no lo supiéramos).
De dónde viene
Tener un ligue con reserva o mantener en el radar a esa persona que sabes que le molas, aunque en ese momento no tengas intención de liarte con ella porque ahora mismo ya tienes pareja u otro ligue, se conoce como cushioning. El nombre no es adrede, ya que cushioniong hace referencia a cushion, que quiere decir almohadón. Vamos, que se trata de tener ligues seguros a la vista por si en algún momento la relación actual falla.
Aunque es una práctica muy difícil de identificar cuando se sufre, un estudio de Psicology Today obtuvo la sorprendente cifra de que el 56 % de personas que tenían un compromiso, confesaron que también tenían una pareja de reserva. En el estudio explicaban que para mantener estos ligues lo hacían mediante mensajes esporádicos, aunque también recurre a las redes sociales (lo de dar like a los stories no es fortuito).
Ahora bien, ¿a qué se debe esta práctica? La respuesta fácil es el miedo a quedarse solx después de una ruptura, encadenándose con una dinámica también es muy conocida: el efecto liana. Se trata de esas personas que, ante la incapacidad de estar solas, van saltando de una relación a otra. No rompen con su pareja hasta que no han encontrado a una tercera persona a la que engancharse.
Aunque puedas pensar que esto de los ligues de reserva parece algo sacado del amor en tiempos de Tinder, lo cierto es que se trata de algo muy antiguo. La universidad de Texas publico un estudio de psciología evolutiva en el que se concluía que las mujeres están programadas para encontrar machos de reserva por si su pareja original enferma o muere. Puede que algo de esos genes prehistóricos quede en nosotros, pero lo cierto es que a día de hoy el argumento de “mi pareja puede palmarla” es poco factible para una práctica bastante dañina.
El cushioning es algo muy común, aunque saber si somos víctimas de esta práctica es algo muy difícil de saber. ¿Cómo saber si estamos confundiendo señales de amistad con un tonteo, o si nos estamos pillando sin querer o por qué la otra persona quiere que nos pillemos de ella? Bueno, hay algunos puntos que pueden servirnos de guía. Un gran ejemplo son las promesas relativas al futuro que nunca se materializan o bien la ambivalencia: hoy estoy super pendiente de ti y al día siguiente desaparezco.
El refuerzo intermitente normalmente suele ser una de las grandes recursos de las personas que practican cushioning, ya que genera una especie de dependencia respecto a la persona que lo práctica. Ahora pensarás: pero es que la persona que puede que me esté haciendo cushioning no tiene pareja estable. Vale, spoiler, no hace falta tener pareja estable para hacer cushioning. Solo ser el plan z de alguien que un sábado por la noche va a querer follar y no ha ligado cuando ya son las cinco de la mañana en la disco. Así que atentxs, porque si notáis alguien así a vuestro alrededor, mejor mantenerlo a una distancia prudencial.