Europa se está enamorando de las saunas. Sí, en países como Finlandia o Rusia han sido populares desde siempre, pero en el resto del continente solían ser un añadido curioso de algunos gimnasios y poco más. Un sitio al que ibas una vez o dos para probar y fin. Una atracción dentro de algún spa árabe para ir en alguna ocasión especial. Ya no. Ahora, y como cuenta la periodista Serena Smith en un reportaje para DAZED, países históricamente bastante ajenos a las saunas tipo Reino Unido se están llenando de ellas. Es cuestión de tiempo que la moda llegue aquí. Y todo porque la generación Z les ha cogido un cariño tremendo. La pregunta es por qué.
Y parecen existir varias razones. Para empezar, está el tema de la salud: no ha habido otra generación en la historia que dé tanta importancia al autocuidado físico y mental como la gen Z. Los datos sobre consumo de alcohol lo demuestran. Y resulta que pasar tiempo dentro de una sauna beneficia a tu corazón y aumenta tu longevidad, además de funcionar como un escudo antiestrés. Para una generación abocada a la precariedad las saunas pueden lucir como un paraíso de tranquilidad mental. Entras ahí y cierras tu conexión con el mundo. Solo estás tú y el calor. Tú y todas esas sensaciones que notas en el cuerpo.
Aunque a veces hay alguien más. Y esto nos lleva directamente a otra de las razones por las cuales la gen Z parece amar tanto las saunas: la socialización. Como apunta la propia Smith, “la primera generación que creció en línea anhela en gran medida la comunidad y experiencias más presenciales que no impliquen teléfonos inteligentes”. Entornos en los que encontrarse. En los que verse de verdad porque no hay distracciones. Porque dentro de la sauna no hay estímulos que te distraigan ni distraigan a quienes están a tu lado. Esto, dice la periodista, permite “entablar conversaciones muy profundas y peculiares con la gente”.
Piénsalo. En la discoteca no puedes hablar bien con nadie. Son conversaciones de besugos. Monosilábicas. Simples. De cerebro alcoholizado a cerebro alcoholizado. Y encima al otro día estás en la mierda. En la sauna es muy diferente. Toda la conversación fluye conscientemente y al otro día te levantas full de energía. Las generaciones anteriores preferían lo primero vete tú a saber por qué. La gen Z no. Y en muchos sentidos es una noticia positiva. En una sociedad cada vez más individualista y aislada, que la gente joven busque espacios de interacción y pertenencia es esperanzador. Tal vez no todo esté tan perdido como dicen.