Hay decenas de mitos alrededor de la interrupción voluntaria del embarazo (IVE). Uno de los más extendidos es que el aborto voluntario causa secuelas mentales en las mujeres, que desarrollarían trastornos de salud mental por haberlo hecho. “Ninguna mujer recurre alegremente al aborto. Basta con escucharlas”, dijo Simone Veil en su discurso previo a la votación para legalizar el aborto en Francia, en 1975.
Pero a pesar de que es obvio que abortar no es una decisión fácil y puede causar un estrés personal o una tensión psicoemocional, no causa “secuelas”. Sin embargo, todo el mundo parece tener juicios o preconcepciones sobre lo que siente una mujer al interrumpir su embarazo. Y al parecer la gente cree que hay razones de más peso que otras. Si eres una mujer joven, sin pareja estable y todavía viviendo en el piso de sus padres, parece que tiene más sentido el aborto que si eres una mujer de más de 30 años, con empleo y estabilidad.
Esto es lo que denuncian varias mujeres en un reportaje de eldiario.es, que recogía sus testimonios sobre cómo, después de cierta edad, la presión por ser madre crece. Por ejemplo, Raquel Gómez, psicóloga de la Asociación Catalana de Derechos Sexuales y Reproductivos, contaba a ese periódico que el aborto en la treintena “no es una opción para el imaginario si cumples con el pack de edad, independencia, pareja y trabajo”.
También así lo explica a eldiario.es Raquel Hurtado, subdirectora de la Federación de Planificación Familiar (Sedra): “Las mujeres más adultas que no desean seguir adelante con su embarazo –las que no responden al cliché de ‘chica joven que corre riesgos’– pueden recibir un juicio extra”.
Las normas sociales que dictan cómo deberíamos sentirnos
No son nada más que normas sociales sobre cuándo las mujeres pueden y deben quedarse embarazadas. Sobre este tema ha escrito la abogada francesa Sandra Vizzavona en su libro ‘Interrupción’, en el que entremezcla su experiencia con testimonios de mujeres que abortaron, rompe la losa hecha de silencio, vergüenza y culpa, y nos recuerda también la fragilidad de nuestros derechos para decidir sobre nuestros cuerpos.
Como explica Tránsito, la editorial que publica el libro en España, a todas las mujeres protagonistas del libro les une el silencio. Camille, Chloé, Léah, Delphine, Virginie, Ludivine, Rachel, Lila, Chantal, Valentine, Sophie, Jeanne, Danièle, Sandra. “Son amigas, hermanas, sobrinas, compañeras de trabajo, vecinas, médicas, hijas de amigas. También madres. Todas han realizado una interrupción voluntaria de su embarazo en diferentes épocas y circunstancias, por distintas razones. No hablan de ello”.
Para romperlo, el libro nos ofrece una mirada caleidoscópica para romper mitos: no hay una única razón para abortar ni una forma exclusiva de sentirse.