Por qué hay tantas mujeres que hacen daño a otras mujeres

No hay más absurdo que el de las mujeres que hacen daño a otras mujeres. Necesitamos reflexionar sobre la importancia de estar unidas. 

Poco después de que Donald Trump ganara las elecciones estadounidenses en 2016, Madonna fue nombrada Mujer del Año por la revista musical Billboard. Madonna, que había apoyado a Hillary Clinton durante su campaña, recordó que el porcentaje de voto femenino favorable a Trump había sido "descabelladamente alto" a pesar de que se tratara de un hombre que se jactaba en público de haber agredido sexualmente a una mujer. "Las  recordó odian a las mujeres. Es lo que creo. La naturaleza de las mujeres es no apoyar a otras mujeres. Es realmente triste. Los hombres se protegen entre ellos, y las mujeres protegen a sus hombres y a sus hijos”, sentenció Madonna conmocionando la opinión pública.

¿Qué nos pasa? ¿Por qué tenemos esa tendencia a denostarnos entre nosotras, esa creencia que nos susurra en el oído que para ser suficientemente buenas tenemos que ser mejor que la otra? Nuestro éxito no debe basarse en el fracaso de otra mujer, sino en que cada una de nosotras seamos la mejor mujer, la mejor persona, que podemos ser. No quiero ondear la bandera del feminismo ni justificar nuestros vicios en la herencia de un mundo dominado por hombres durante siglos.

Hoy en día la causa es menos importante que la necesidad de librarnos de esa carga. De todas formas, cualquiera que tenga un poco de perspectiva puede llegar a entender el por qué de nuestro odio a la otra: cómo no llevar inscrito en el código genético la necesidad de pisar a la que podría ser nuestra compañera cuando el sistema no te deja hueco. Una competencia brutal se desata entre un género que tradicionalmente ha tenido acceso limitado al poder y a la libertad. O yo, o ella.

Resultado de imagen de girls discussion gif El mundo profesional siempre aparece como ejemplo, ese campo donde se realizan estudios y se extraen estadísticas. Es la punta del iceberg, un cosmos donde el acceso limitado fue directamente inexistente hasta hace cien años, una zona VIP reservada para los hombres que abrió sus puertas a las mujeres cuando se quedó vacía a causa de las Guerras Mundiales. Sin embargo, las tripas del asunto son todo lo demás, lo que subyace. Son las actitudes en las familias y las reuniones de amigos. Es esa chica que te cruzas por la calle y tachas de fresca por llevar un escote que también te gustaría ponerte, pero que terminas descartando por miedo a que otra mujer te llame lo que tú estás pensando de ella.

Creo, y por nuestro bien espero no equivocarme, que es una tendencia a la baja. En algún tramo del camino nos dimos cuenta de que hacernos daño no sirve de nada. La envidia, la rivalidad y la crueldad, esa 'santísima trinidad' que a veces define nuestras relaciones, es un arma de doble filo que centra nuestros esfuerzos en la otra, nos ahoga en comparaciones y no nos deja ser la mejor versión de nosotras mismas. Cuánto dolor y energía malgastada en ello. ¿No es más fácil romper el bucle? Ahora tenemos la libertad de romperlo y crear una nueva tendencia. Conseguir un trabajo, el reconocimiento o una pareja no tiene que desatar una batalla de gladiadoras donde solo puede quedar una. Convirtamos la envidia en admiración, la rivalidad en solidaridad y la crueldad en empatía.

Resultado de imagen de girls discussion gif Ampliemos la visión  y seamos conscientes del dolor que nuestras palabras, actos e incluso pensamientos pueden causar en esa chica que pasaba por la calle, en tu compañera de trabajo o en tu hermana. Y sobre todo, en ti misma. Hay que ser lo suficientemente inteligentes para reconocer el odio y la rivalidad como lo que verdaderamente son: dolor. Dolor disfrazado de rabia atada de pies y manos que no hemos tenido más opción que dirigir contra nosotras mismas en una incesante necesidad de demostrar que somos perfectas.

Volviendo a las palabras de Madonna, no creo que esté en la naturaleza de la mujer odiar a otras mujeres. Sin embargo, sí lo está el sentir con mucha profundidad, y en consecuencia sufrir por aquello que deseamos y no tenemos, por lo que no somos y creemos que deberíamos ser. Olvidemos la rabia que ello nos produce y dejemos de infligir y de autoinfligirnos dolor. Canalicemos nuestra energía y profundidad emocional en la búsqueda del poder y la libertad de todas y cada una de nosotras.