Acosados por el narcotráfico y asfixiados por el turismo: el insoportable día a día de los vecinos del Gòtic

La imagen típica que se dibuja en la mente cuando se habla de drogas en Barcelona es el Raval, pero vecinos de los barrios colindantes también sufren sus efectos
JOAN CORTADELLAS

"Vivo acosada, señalada, constantemente amenazada”, se lamenta una vecina anónima del barrio barcelonés del Gòtic, en pleno centro de la ciudad, que ha querido mantenerse en el anonimato. Lleva 40 años en el barrio desde que nació y no quiere irse, aunque tiene la sensación de que la están echando. ¿El culpable? Los principales problemas que están asediando el barrio desde hace más de una década: turismo masivo, especulación inmobiliaria y, íntimamente relacionado con estos factores, las drogas en las calles.

Vivir con inseguridad

Tengo puestas dos denuncias”, explica con resignación. La primera de las denuncias se debió a que un hombre con un patín estaba golpeando la puerta del bloque de sus padres. Lo increpó y la amenazó con el patín, intentando golpearla. La segunda fue todavía más desagradable y a principios de año, cuando un hombre empezó a perseguirla mientras iba con su pareja. Les ofreció drogas, pero ella le dijo que no pero siguió insistiendo. Él se mosqueó y empezó una discusión. “Me dijo que me cortaría el cuello, que estaba muerta, que me haría una cicatriz que no me querría mirar al espejo, que mis hijos se quedarían sin madre”, recuerda. Llegó a arrinconarlos con la pared, la discusión fue a más y llamó a la policía.

Ambos presentan dos perfiles muy diferentes del negocio de la droga. El primero, “venía a buscar dinero que le debían”. Era un vendedor. El segundo, en cambio, era “un captador”, esas personas que deambulan por el centro de Barcelona y que te ofrecen diversas drogas. Dos figuras de las muchas que componen el entramado de la droga en el centro de Barcelona, aunque para ella, las que le producen la sensación de inseguridad diaria son estos últimos, los captadores, ya que, aunque son el escalafón social más bajo en el negocio de la droga, son los que dan la cara en las calles.

La droga, más allá del Raval

Cuando se habla de drogas y narcopisos en Barcelona, la imagen típica que se dibuja en la cabeza es la del barrio del Raval, plagado de zonas marginalizadas, violentas y peligrosas. “Eso es, ya de por sí, un estigma”, advierte Martí Cusó, miembro de la del barrio del Raval, “es la imagen reducida del barrio, alimentada con prejuicios”. El Raval es muy diverso y esta imagen no refleja el barrio en su plenitud. Además, la droga no solo está monopolizada en ese barrio, en otros, como Gòtic o Poble-sec, también está presente.

Por otra parte, convivir con la droga no quiere decir violencia perenne. Como explica la vecina de Gòtic sud, cuyo perfil en Twitter es un ejemplo de la situación de hartazgo de muchxs vecinxs, este tipo de violencia “no es violencia física, pero es acoso y agresividad constante”. Se refiere a la presencia de los captadores, “pagados por asociaciones cannábicas ilegales para que vayan a zonas fijas con mucha afluencia de turistas ofreciendo drogas”. Ella, que vive en un punto de intersección entre el Gòtic nord, las playas de la Barceloneta y el Raval, se los encuentra constantemente en su calle, buscando clientes entre la gran masa de visitantes que cruza diariamente esas calles.

Siente que su vida ha cambiado forzosamente. “Están cada fin de semana. Y si te hartas de ver ese comercio de drogas en tu puerta, tampoco puedes hacer nada. Si les denuncias, como no llevan drogas ni dinero encima, la policía poco puede hacer”, se lamenta. Optó por hacerles fotos para denunciarles, pero no fue efectivo. “Como vieron que les fotografiaba, me identificaron, saben quién soy, y me tienen vigilada porque saben que llamo a la policía y entorpezco su trabajo. Me siento perseguida porque les estoy incordiando. Y esta situación de tensión constante no-violenta puede explotar en episodios de mucha agresividad”, explica, recordando a su denuncia.

Pero estos captadores son solo la cara visible del problema. Una persona “vulnerable, que suele ser migrante, sin papeles, que trabaja de eso porque no encuentra otra oportunidad, porque quizá es la única opción para no dormir en la calle”, añade Cusó. Cree que este tipo de denuncias, que se centran sobre todo en apuntar al eslabón más visible y también más débil no aportan mucho, ya que no desmantelan el complejo entramado de tráfico, explotación y abuso que se esconde detrás. “Es evidente que [los captadores] generan malestar, pero pedir más policía y culpar a los más vulnerables es un error porque no soluciona el problema y afecta a los más débiles”, sentencia.

El turismo masivo, una de las causas

Las asociaciones cannábicas son legales, pero solo puedes acudir si estás empadronado. Sin embargo, los captadores están en redes que llevan a las ilegales. Según denuncia el colectivo Acció Gòtic, la proliferación de estos clubes al margen de la ley tiene mucho que ver con el turismo masivo que hay el barrio, ya que son los turistas los que acuden ahí para consumir drogas, a falta de alternativas legales.

“El Gòtic sud se lleva vendiendo desde hace mucho tiempo como zona de turismo nocturno a través de guías e internet”, añade Cusó. Por eso, los turistas que consumen estas sustancias tienen que comprarlas en algún lado, ya que no pueden traerlas en el avión. "Y por eso esta industria ilegal ha encontrado este terreno donde hacer negocio".

Sin embargo, especifica que Barcelona no es un país que atraiga el “narcoturismo”. La gente que consume aquí lo hace también en sus países. Por eso la droga que se encuentra ahora en el Gòtic no es la heroína ni esas drogas asociadas a la marginalidad y las profundas addicciones de los 80 y 90, sino que se estila el cannabis, la cocaína, el MDMA o el éxtasis, drogas con un uso más recreativo y de fiesta, que consumen con personas con niveles adquisitivos más altos.

Buscando soluciones

Combatir este problema no es fácil, añade la vecina entrevistada. En parte, porque el sistema judicial no garantiza el anonimato en la denuncia, y pocos son los que quieran dar la cara como parte denunciante para combatir el narcotráfico y sus redes. "Nadie querría denunciar un narcopiso y que puedan acceder a tus datos personales".

A la vez, como Cusó afirma, desde las instituciones se está intentando combatir el problema pero sin encontrar soluciones, persiguiendo y castigando a aquellos más visibles de la industria de las drogas, pero sin combatir el sistema que alimenta su aparición. El capitalismo, que considera "los pisos como mercaderías", y el turismo masivo, que transforma los usos de los pisos para que tengan sentido turístico apartamentos, hoteles, clubes de drogas ilegales, genera estas situaciones de vulnerabilidad que afectan a migrantes y locales, los "más bajos en el escalafón capitalista".

En definitiva, "faltan políticas públicas que garanticen el derecho social a la vivienda", asegura Cusó. Unas políticas que deberían proteger los pisos de la especulación, la subida de precios y la gran industria turística que hace como catalizador de la de las drogas, que se retroalimenta de esta marginalidad. 

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