La desobediencia civil sigue siendo la fuerza más poderosa de todas
El domingo fue un día precioso. Yo estaba ahí, a unos metros de las personas que abrieron las vallas de la Vuelta Ciclista en la zona de Callao para que la ciudadanía pudiera ocupar la calle. Su calle. Una que no es del gobierno ni de la policía ni de la organización de ninguna competición deportiva. Es de la gente. Y no, no vamos a hablar del fondo de la cuestión. No es necesario: a estas alturas todxs sabemos lo que está pasando en Gaza y, bajo mi punto de vista, el tiempo para el debate ha terminado. Es un genocidio. Una barbaridad. La vergüenza más absoluta. No pienso discutirlo con nadie porque es como discutir el derecho a votar de una mujer o el derecho a la dignidad de un migrante: hacerlo implica dejar espacio a que exista verdaderamente un debate. Y no lo hay. Por razones obvias.
La desobediencia civil solo estaba dormida
Así que pasemos a lo que de verdad importa aquí: la forma. Y es que años y años de fatalismo nos han hecho pensar que la desobediencia civil no sirve de nada. Que compartiendo un post en redes sociales a favor de la población palestina, de la comunidad queer o de las mujeres hacemos nuestra parte. Y la verdad es que no. Sí y no. Ayuda, pero el camino hacia el cambio está siempre en las calles. Porque sí que sirve. El domingo, en Madrid, había miedo. Yo tenía en mi cabeza ese recuerdo triste del 15M, cuando corríamos de la policía, que nos levantaba de las acampadas a porrazos y lanzaba bolas de goma para dispersar a una gente que no había hecho nada más que ocupar sus calles para pedir mejoras sociales. Y pensé que esta vez también habría problemas graves. Que sufriríamos mucho.
No fue así. Claro que hubo enfrentamientos entre la policía y algunxs manifestantes. Hubo cargas. Pero fue un amago. La invasión de la Gran Vía de Madrid fue tan masiva y variada, con personas de todas las edades, que a las autoridades no les quedó otra que aceptar la voluntad popular y marcharse hacia Cibeles. Fue precioso. Miraba a mi lado y veía a gente muy mayor dándolo todo para seguir cantando las proclamas. En sus ojos había admiración. Orgullo por ver a la gen Z imponer su voluntad pacíficamente. También había población árabe. La que más sufre. A la que más le toca Palestina y la masacre de niños y bebés árabes. Porque la identidad colectiva es muy importante. Y sonreían al vernos a todxs. Al ver nuestro apoyo. Al sentir que Gaza no estaba sola. Ni a 3.500 kilómetros de distancia.
La unión por Palestina nos salvará
Pero sobre todo había en el ambiente una sensación de victoria popular. El tema era el genocidio. Y nadie lo olvidaba. La alegría de la manifestación cuando se confirmó la cancelación de la Vuelta fue increíble. Y ni los insultos de alguna que otra persona ajena a las protestas fue suficiente para derribar la motivación que se respiraba en el aire. Casi nadie de mi alrededor entró al trapo. Ellos también tienen derecho a expresar su opinión. Incluso si nos parece horrible. Pero más allá de Palestina, más allá de la geopolítica, creo que la verdadera razón del optimismo estaba en la confirmación de que la desobediencia civil es útil. De que es posible. De que algo no cambia: que cuando la gente se organiza en masa para protestar no hay fuerza que la pare. En el siglo XVI. En el XX. Y en el XXI. Siempre será así.
Y eso abre un escenario de ilusión por el futuro. Uno que necesitamos urgentemente. Porque, seamos honestxs, hemos ido perdiendo terreno en favor del fascismo. En Estados Unidos. En Europa. En África. Los populismos xenófobos y de semblante retrógrado se han estado expandiendo libremente en estos últimos años. Ver, al igual que pasó en Budapest con el Orgullo ilegal, que sigue intacta la capacidad de lucha civil, es el gran clavo ardiendo. Es la prueba de que aún hay esperanza. De que la revolución de la gente decente ya está en marcha para impedir que el mundo vuelva a ser oscuro y terrible como a principios y mediados del pasado siglo. El domingo se escuchaba mucho aquello de que Madrid sería la tumba del sionismo. La desobediencia civil será la tumba de los ideales fascistas.
La voluntad del pueblo en formato pacífico
Lo triste es que la manipulación mediática está pintando ya lo del domingo de manifestación violenta. Y ya te digo yo que no. El ser humano es complejo. Y cuando se unen miles de personas es imposible que todas ellas sean sensatas y pacíficas. Aún así, puedo decirte que la gran mayoría de los que estábamos allí, al igual que teníamos valor para plantarnos ante la policía, lo teníamos para plantarnos ante esta gente y decirle que dejaran ya las vallas. Que estaba ganada la batalla. Que disfrutaran de la victoria. Y la inmensa mayoría escuchaba. No tenían ganas de liarla porque sí. Porque fuera gente violenta. Simplemente estaban demasiado enfadados.
De todas formas, y respetando siempre la dignidad del resto de personas, incluidos lxs opositorxs y las autoridades, hay que combatir ya ese discursito de que las manifestaciones deben ser megapulcras y no molestar a nadie. Si hoy tienes los derechos laborales que tienes es por la desobediencia civil. Si las mujeres pueden tener cuenta bancaria y votar es por la desobediencia civil. Y si lxs homosexuales pueden quererse sin acabar en prisión es por la desobediencia civil. Y la desobediencia civil es desobediente. OBVIAMENTE. Si es obediente y no molesta a nadie no genera cambios. Porque el poder no regala nada. Hay que pedírselo a gritos. Siempre ha sido así y siempre lo será. Lo de ayer fue un ejemplo de lo que debe ser una protesta pacífica. Es para estar orgullosxs como país.
Lxs discriminadxs son el muro de contención
Parte de ello es gracias a las “minorías”. Hace décadas las manifestaciones eran lideradas principalmente por hombres. Y, yo, como hombre, puedo asegurar que somos más dados a liarla. Sea por cultura o biología, no tengo la respuesta; pero es así. Y en Callao la lucha estaba dirigida por mujeres, por colectivos LGTBIAQ+ y por minorías racializadas. Esa gente, que ha sufrido la discriminación en sus carnes, la violencia social y política, son hoy el gran bastión de occidente contra la decadencia moral. Gente preparada. Gente concienciada. Y gente noble en su inmensa mayoría que gestiona bien su rabia para no acabar perjudicando los movimientos que defiende. He estado preocupado estos últimos meses. Y el domingo recuperé la tranquilidad. Estamos en buenas manos.