Pasé una tarde entera probando técnicas avanzadas de masturbación y revolucioné el sexo con mi pareja

La página OMG Yes ofrece tutoriales para aprender nuevas formas de placer y expandir así las posibilidades de tus relaciones
We Heart It

El sexo es animal. Una mirada, una empotrada, una atracción fatal. Un polvazo. Es una idea irreal y superflua de las relaciones sexuales. Algo que ocurre una vez entre un millón. Si funciona, es gloriosa, pero normalmente, esta secuencia acaba en fracaso. Especialmente, cuando llevas un tiempo con la misma pareja lo mejor es aprender a conocerse, investigar, progresar juntos, caminar hacia lugares insospechados. Para poder llegar a esto, ya lo sabemos, lo primero es la masturbación. Conocerte para luego ayudar a que te conozcan.

Como hacía un tiempo que masturbarme se había vuelto un poco automático para mí, coincidiendo que esta semana mi novio está en un viaje de trabajo y tendré bastante más tiempo a solas, he aprovechado para sacar mis juguetes sexuales y actualizar mis técnicas de "autoplacer". Hace poco descubrí la página OMG Yes literalmente, “Dios mío, ¡sí!”, un portal de tutoriales, vídeos de chicas contando sus tácticas y preferencias, primeros planos de sus coños donde te muestran los detalles de sus movimientos y hasta espacios de ejercicios que puedes hacer palpando la pantalla de tu móvil para ir viendo cómo reaccionaría tu vagina ante determinados estímulos. 

“Nuestra vida sexual ya era increíble y estas técnicas ayudaron a llevarla a otro nivel”, dice una de mis gurús del sexo. Después de un par de horas pasando de vídeo en vídeo y escuchando testimonios, estoy tan excitada que abandono la aplicación y me pongo manos a la obra.

El rodeo

Estoy empapada, pero lo primero que he aprendido es que normalmente cometo el error de ir demasiado rápido. Así que me lo tomo con calma, empiezo a pellizcar mis pezones, acariciarme el muslo por encima del pantalón y desvestirme poco a poco. Durante mi práctica me tomo muy en serio los consejos de OMG Yes, porque no son unas principiantes. La página está creada a partir de unas 2.000 entrevistas a mujeres de 18 a 95 años. Es un abanico perfecto de posibilidades inmenso, donde lo tengo todo por descubrir.

Cuando ya estoy completamente desnuda en mi cama, tengo una tentación enorme de introducir el dedo en mi vagina y notar lo tierna que está. En vez de esto, opto por seguir caminando con las yemas de los dedos sobre mis aductores y vientre. Pienso qué vibrador voy a usar primero y cuándo acabaré usando la polla gigante de silicona que tengo en el cajón. La clave de mi aprendizaje, y lo que más quiero enseñarle a mi pareja cuando regrese, es la importancia de retrasar el orgasmo: “es como dejar de rascarte cuando algo te pica mucho”, dice una mujer en la página: cuanto consiga esperar, más brutal será mi placer. Pero todavía falta mucho para llegar a esto.

Una de las mejores formas de convertir el orgasmo en una explosión que no acaba es insinuar la estimulación durante un buen rato. La idea es simular que pasas por delante de una puerta, pero sin tocar el timbre todavía, explica otra de mis maestras sexuales. Ir pasando de las piernas hacia la vagina, rozar los labios exteriores, acariciar algún pelito, levitar sobre el clítoris y sentir que se pone duro. Pero sobre todo, no tocarlo todavía.

El acercamiento

Poco a poco, me voy acercando a la apertura de mi vagina. Noto su calor. Empiezo a acariciar el exterior de mis labios de forma circular, a deslizarme suavemente entre sus pliegues, humedezco mi índice en su interior y arrastro el flujo hasta rodear el clítoris. Estos son los pasos que, según he descubierto, me ponen más. Sobre todo, me centro en retrasar el contacto con mi botón, que siempre acaba siendo mi gran aliado para el orgasmo. Así que doy vueltas a su alrededor. Coloco suavemente mi corazón sobre sobre mi vagina -entero, no solo la punta- y presiono suavemente. Me muero, por fin lo he tocado de pleno. Lo estaba deseando, aunque él sabe que todavía no ha llegado su momento.

Después de unos minutos despistándolo, empiezo a masturbarme con la yema del dedo, a jugar con la canica, a presionarla contra el pubis. Mis piernas empiezan a enrollarse entre ellas y a pelear. Estoy a punto de llegar al clímax, pero me detengo de repente. Regreso a mi muslo, dejo descansar mi vagina hasta que se tranquiliza un poco y arranco de nuevo.

Quiero conseguir experimentar esa montaña rusa de la que tanto hablan en los tutoriales. Mantener la calma es lo más difícil para mí, pero me concentro y sigo persiguiendo mi clítoris. Su sensibilidad, aprendo, se va desplazando. A mí siempre me ha gustado estimular su punta, pero pruebo tocando tanto su lado derecho, como el izquierdo, pellizcándolo y acariciándolo por dentro. Voy aumentando la presión.

La penetración

Cuando he coqueteado con mis dedos durante un rato —me recomiendan parar y volver a empezar hasta tres veces para excitarme al máximo sin correr el riesgo de acabar desconectando— busco mi vibrador. Lo amo. Es un aparatito maravilloso con siete posibilidades de vibraciones diferentes. Hoy que voy con calma, creo que iré probándolas todas.

El pene eléctrico empieza a moverse dentro de mí y voy aprovechando cuando cambia de velocidad para reforzar la idea de la montaña rusa. Cuando estoy a punto de correrme, vuelvo a retroceder. Me aguanto, y aunque cada vez me cuesta más, no me rindo. Por cierto, si eres de las que suele desconcentrarse y perder los orgasmos, tienes que ir con cuidado con esta técnica porque podría darte un bajón y perder el orgasmo.

Cuando quiero que llegue el momento de la penetración, saco el dildo y me lo introduzco entero en la vagina. Aprieto y suelto. Me lo follo de cuclillas. A partir de aquí, recuerdo los vídeos donde se habla de seguir el ritmo, de romperlo, de tener reglas para luego hacerlas pedazos. Follar es como escuchar música. Puede que hoy tengas ganas de electrónica un ritmo fijo hasta hasta dejar que el subidón te haga estallar o estés más en el mood de la improvisación y el jazz un ritmo imprevisible que te vaya sorprendiendo.

Como estoy sola, renuncio a la sorpresa. Me centro en estimular las zonas más profundas de mi vagina, llego al punto G, sigo follándome y cuando no puedo aguantarme más las ganas, dejo de dar rodeos, me llevo el índice al clítoris, lo masajeo con fuerza, rápido, aprieto el dildo con todas mis fuerzas y me corro. Exploto. Empiezo a bombear sangre. Tengo los ojos cerrados pero veo fuegos artificiales. Caigo rendida.

La comunicación

He aprendido tantas cosas que contarlas todas me llevaría semanas. Ahora llega el momento de compartirlo con mi pareja para poder aprovechar con él todos los beneficios de jugar a retrasar el orgasmo. Masturbarse es la gloria, pero follar es mejor porque entra en juego el factor sorpresa. Eso no implica que para el orgasmo sea necesaria la penetración, puede implicar manos, lengua o juguetes, pero lo peor del sexo solitario es que, al conocerte, sabes perfectamente qué viene después. Dejar tu placer en manos de otra persona puede asegurarte muchísima más adrenalina.

De hecho, cuando estás compenetrada con tu pareja, puedes pedirle, por ejemplo, que se entregue a ti durante quince minutos ese es el momento perfecto para ponerte un antifaz y dejarte ir o que no te haga ni caso cuando le pidas cosas. Es un trato que te volverá loca si lo que él busca es darte placer y está conectado con tu cuerpo. Un juego más. Luego podéis intercambiar y seguir descubriendo si lo que os gusta es insistir en una postura o ir innovando mientras tenéis sexo.

Lo más importante es que hagáis esto juntos, que habléis, relajados, con la intención de pasar un buen rato, sin obsesionaros por el orgasmo, que no es el fin último de las relaciones sexuales: “conseguir un orgasmo es como intentar recordar un nombre”, dice otra de mis maestras, “cuanto más lo intentas, más imposible se vuelve”. Disfrutar todo el camino que te lleva a él es a veces mucho más placentero.

PS. Este artículo habla desde el punto de vista de una mujer heterosexual, pero todos los pasos pueden aplicarse a relaciones de cualquier preferencia. E incluso en solitario.

Preferencias de privacidad