Vuelven los barrios solo para trabajadores dos siglos después
A principios de este año escribimos aquí sobre una idea que comenzaba a circular cada vez más entre las directivas de las grandes empresas: la de construir barrios enteros para alojar a sus trabajadorxs. Y no, no era una idea ni mucho menos nueva. De hecho, y como cuenta el periodista Miguel Jorge, quien ha estado investigando sobre la implantación de esta idea en estos últimos años, esto ya ocurría en el siglo XIX, cuando muchas empresas industriales, mineras y de otros sectores como el textil crearon auténticas colonias de la nada. Ahora, y con la crisis de la vivienda en un estado desquiciante, algunas compañías están recuperando la iniciativa.
Y no es por solidaridad ni por amor a la humanidad. Que estas compañías estén invirtiendo tanto dinero en edificar y en desarrollar barrios con buenos servicios que ofrezcan a sus trabajadorxs todo lo que necesitan en su día a día es pura y llanamente una decisión egoísta: quieren retener el talento. Piénsalo. Si una empresa ubicada en determinado lugar no encuentra trabajadores porque estos no pueden permitirse un alojamiento cerca de dicha empresa, se va quedando sin mano de obra. Y no olvidemos esto: sin la mano de obra, sin la clase trabajadora, las empresas no van a ningún lado. Así que les sale más rentable fabricar barrios obreros. Esa es la realidad.
Y ya hay muchos ejemplos. Entre ellos, Miguel Jorge menciona casos particularmente potentes como el de la empresa Fenêtré, que ha construido casas con garajes para sus empleadxs, Spring Hoteles o la mismísima Ryanair, que ya ha comprado “40 casas junto al aeropuerto de Dublín para destinarlas a sus tripulantes, conscientes de que sin un techo asegurado no habría forma de reclutar nuevo personal”. Además, escribe este periodista, otras muchas están tirando de pisos para alquilarlos por precios reducidos a sus equipos de trabajo. Y no es una tendencia exclusiva de unos cuantos países.
A partir de aquí, existen dos lecturas desde la izquierda sobre estas iniciativas. Una piensa que esto es imprescindible para garantizar la calidad de vida de la clase trabajadora en un mercado inmobiliario totalmente desfasado respecto a los salarios. La otra cree que crear guetos de trabajadores puede generar una ruptura del ascensor social y que se corre el riesgo de dividir las ciudades entre barrios burgueses y barrios obreros. Aunque esto ya ocurre en mayor o menor medida. No hace falta analizar mucho para darse cuenta. Lo que está claro es que el tema de la vivienda merece iniciativas arriesgadas. Es el principal obstáculo de la gente joven. Esto está pasando en cada vez más lugares del continente.