Las setas alucinógenas podrían ayudar a los enfermos terminales
El componente estrella de las setas alucinógenas, una de las drogas que mayor atracción despierta entre la gente joven, es la psilocibina. Se trata de un compuesto que, según cuentan desde setas alucinógenas, "cuando se toma, altera la percepción sensorial y puede dejarnos con una sensación de conciencia expandida, espiritualidad mejorada o una nueva forma de pensar". Unos efectos que van más allá de lo recreativo: las investigaciones sugieren que la psilocibina tiene capacidad para restablecer por completo el cerebro y permitir crear nuevas redes neuronales. Y son muchas las personas terminales que reclaman poder consumirla.
Porque muchas de las personas que padecen enfermedades terminales no solo sufren físicamente. También experimentan con bastante frecuencia profundos sentimientos de depresión y ansiedad. A fin de cuentas, es muy complicado lidiar con el dolor y con la certeza de la muerte. Y la psilocibina, según este mismo artículo de Inverse, "libera la mente de los pensamientos constantes de muerte que a menudo consumen a los enfermos terminales". ¿El motivo? Parece reducir la actividad de la amígdala, la región del cerebro que se encarga de administrar las sensaciones de miedo. Podría cambiarles los últimos meses o años de vida.
Y, sin embargo, las autoridades no parecen dispuestas a permitir que esas personas, cuya única aspiración es llevar una vida digna durante el tiempo que les quede, experimenten con la psilocibina. Porque es, en última instancia, una experimentación. Aunque está demostrado que esta sustancia psicoactiva puede ayudar en la gestión de la depresión o la ansiedad, "la psilocibina puede no ser un tratamiento recomendable para todas las personas que experimentan estos trastornos debido a una enfermedad". Según Sunil Aggarwal, experta en paliativos, puede desencadenar efectos psicóticos en aquellxs predispuestxs a la esquizofrenia.
No es la panacea. Si fuera inofensiva sería legal. Pero las personas que están presionando en Estados Unidos a la Administración de Control de Drogas DEA para que les permitan consumir psilocibina lo saben y, pese a todo, reclaman su derecho a arriesgarse. Una idea que un exagente de la misma DEA defiende en Inverse: "Los pacientes que padecen una enfermedad grave deben tener la capacidad de experimentar con cualquier tratamiento que ofrezca una posibilidad de supervivencia o mejore la calidad de sus vidas, sin importar qué tan remota sea la posibilidad. Si la psilocibina proporciona alivio, ¿qué le preocupa al gobierno?".
Esta es la pregunta que todas estas personas, víctimas de enfermedades terminales como el cáncer, quieren responder. La prohibición de determinadas sustancias adictivas y peligrosas tiene una finalidad: proteger la sociedad y proteger a los individuos. Como añade el exagente, James Higgins, "evitar que los moribundos prueben medicamentos no probados para aliviar el dolor no es el papel del gobierno". Especialmente cuando estas personas viven en bucles repetitivos de terror ante la muerte. De momento, la lucha continúa. Pero, como dice Rinn Balderschwiler, una de estas personas, "no tengo el lujo del tiempo".