Así es cómo volvemos a casa para intentar sentirnos un poco más seguras

Llevar gas pimienta o crear códigos con familiares, son algunas de las estrategias que utilizan para sentirse seguras

En algún momento de nuestras vidas casi todas las mujeres hemos vuelto a casa con miedo. Ya sea en una noche oscura, caminando entre calles vacías mientras nuestra cabeza no puede evitar imaginar infinitas formas de acoso callejero, o cruzándonos con decenas de rostros desconocidos que nos hacen estar alerta a cualquier grito, mirada o, incluso, un simple movimiento. No nos gusta tener que movernos de esta forma por nuestra ciudad, ni la desconfianza ni el miedo. Nos gustaría poder cumplir esa consigna feminista que dice: “Sola y borracha quiero volver a casa”, pero la verdad es que nuestro día a día no siempre nos deja ser como merecemos ser.

Se trata de una realidad que el medio francés Brut. ha puesto sobre la mesa preguntando a mujeres alrededor del mundo cómo vuelven a casa. Una pregunta que, por muy sencilla que parezca, revela las incontables estrategias que podemos llegar a tomar para sentirnos seguras. Angela, de Estados Unidos, aseguró no caminar con los auriculares puestos para saber en todo momento si hay alguien a su alrededor. Rocío contó desde Argentina que, cuando una persona le genera desconfianza, finge saludar a otra gritando un nombre al azar: “Es una forma de hacerle sentir que no estoy sola”. Y Haruka, procedente de Japón, indicó que no solo ha llegado a caminar con el número de la policía japonesa marcado en su móvil, también a evita dar la espalda a otras personas. “En Japón hay muchos que te manosean en el tren, por lo que soy precavida”, aseguró al hablar de un acoso que incluso ha llevado a otras mujeres planificar una posible defensa

Larimar explicó desde Estados Unidos que le basta con mirar mal a los sospechosos en modo: “Si te metes conmigo, te golpearé”, pero Mariana y Bhavya han optado por ir más allá, por moverse por México y por la India, respectivamente, con un spray pimienta o un desodorante. “El acoso callejero es algo que ocurre y aunque es una realidad triste, una se va acostumbrando con el tiempo”, dijo Mariana sobre un peligro que llevó a Clémentine, de Francia, y a Rocío, de España, a ponerse las llaves entre los dedos por si tienen que “pegar un puñetazo” a alguien más fuertes que ellas.

Con el tiempo, Rocío cambió las llaves por un llavero en forma a de gato con las orejas puntiagudas. Una vez tuvo que utilizarlo. “Un chico empezó a perseguirme. Estaba cada vez más cerca y acabó pegado a mí diciéndome cosas sexuales, por lo que le di un empujón con el llavero en la mano”, recordó Rocío y agregó: “No le debí hacer mucho daño, pero algo debió notar porque no se volvió a acercar. Creo que me libré de una situación peligrosa”.

Además de aprender a autodefenderse, entre varias de las entrevistadas también ha sido recurrente enviar a sus amigos el clásico mensaje: “Ya estoy en casa”. Una forma de evitar que salten las alarmas, del mismo modo que ha hecho Nassima, de Francia, al crear un código con su madre para no preocuparla: “Si no la contesto con nuestro código, puede pensar que no soy yo la que está detrás del teléfono. Es absurdo, pero a eso hemos llegado…”. Tan absurdo como ser perseguida por la calle por ser mujer, tan absurdo como que la mitad de la población del mundo pueda volver a casa con miedo.

Preferencias de privacidad