Cómo afecta una vida ‘trunca’ a tu felicidad

Vivir de atajo en atajo, a máxima velocidad, perjudica tu experiencia vital, tu salud, tu ánimo y tu visión del mundo
La vida trunca, es decir, la vida a mil por hora, perjudica seriamente tu salud

A lo largo de tu vida habrás visto infinidad de películas y series de televisión que te trasladan a otras épocas de la historia. Y seguro que te han sorprendido las vestimentas de sus gentes, las decoraciones de sus casas o las condiciones de higiene en las que vivían. Sin embargo, el mayor contraste con este mundo actual en el que vives no es evidente a los ojos: es el ritmo de vida. Porque en ningún otro periodo de la historia de la humanidad se ha funcionado a la velocidad a la que se funciona hoy día. Eres una versión súperacelerada, en x5, de esos personajes que ves en esas películas y esas series. Algo que, según el psicólogo clínico australiano Bruce Wilson, impacta negativamente en tu felicidad.

”Actualmente cada dimensión de la vida moderna busca un atajo. Los mensajes de textos han pasado del ‘gracias por invitar’ al ‘gpi’. Nuestros iconos en el ordenador son accesos directos para llegar a donde queremos rápidamente. Cada parte de nuestra existencia está diseñada para acelerar las cosas”, explica este especialista. ¿Y para qué exactamente? En principio, porque una vida trunca, es decir, una vida incompleta, una vida acortada, permite hacer más cosas en menos tiempo. Da la posibilidad de llegar a más experiencias, aunque luego no disfrutes de las experiencias del todo porque también las transitas de manera acelerada. El ritmo se ha disparatado. No es fácil frenarlo cuando deseas.

Para Wilson hay, en el inconsciente, una motivación muy extendida para aferrarse a este estilo de vida trunca hiperacelerado: la negación más intensa de los grandes problemas. La amenaza del cambio climático, la amenaza de la pérdida masiva de puestos de trabajo a causa de las IAs o la amenaza de una nueva pandemia son demasiado grandes y la mayoría de personas, cree él, prefieren entregarse a pasatiempos adictivos como las redes sociales para no tener que pensar demasiado en estos peligros sobre los que no se tiene control. Una vida trunca, tan veloz y vertiginosa, no da pie a la reflexión ni a la aceptación de la realidad. Hace que vivas casi sin darte cuenta de lo que ocurre a tu alrededor.

Además, esta naturaleza trunca de la sociedad también se extiende a los discursos. Son cada vez más simples, más incompletos, más faltos de reflexión meditada. Como escribe Wilson, “un mensaje simple es más fácil de transmitir”. También es más pobre. Y más destructivo. De ahí que quizás, solo quizás, fuese conveniente aprender a bajar el ritmo. Hazte la pregunta que se hace este psicólogo: “¿Es posible que muchos de los problemas psicológicos que vemos que enfrentan las personas hoy en día sean parte de este cambio hacia un estilo de vida mucho más trunco?”. ¿Tiene sentido seguir a mil por hora cuando afecta a tu felicidad, tu salud, tu experiencia y tus creencias? Seguramente no.

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