El buceador que fue engullido por una ballena y vivió para contarlo

Michael Packard es un pescador del pequeño pueblo costero de Provincetown que ha logrado sobrevivir durante 30 segundos entre las mandíbulas de uno de los animales más grandes del mundo
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Internet es un universo plagado de mentiras. Los prestidigitadores del Photoshop y otras herramientas para la edición modifican fotografías, alteran vídeos e inventan historias extraordinarias constantemente. Es por eso que entendemos perfectamente que esta nueva historia que te traemos, la que habla de un buceador de Massachusetts atrapado durante medio minuto entre las mandíbulas de una ballena, huela bastante mal. Es completamente lógico. Y, sin embargo, no es otro relato fake más circulando por la red. Es totalmente real y su protagonista se llama Michael Packard, un tipo bastante desafortunado.

Porque podrías pasarte toda tu vida buceando sin que jamás vivieras algo remotamente parecido a esto. Tal y como ha explicado el propio Packard en la CNN, simplemente "no lo podía creer". Y no es para menos. Era un viernes cualquiera en el pequeño pueblo costero de Provincetown y Packard estaba buscando langostas en el mar cuando de pronto, sintió "un gran golpe y todo se oscureció". En esos dramáticos instantes, sus primeros pensamientos giraron en torno a un posible tiburón. "Luego palpé y me di cuenta de que no había dientes y de que realmente no había experimentando un gran dolor". Nada de escualos.

Fue entonces cuando lo comprendió: "Dios mío, estoy en la boca de una ballenaEstoy en la boca de una ballena y está tratando de tragarme". Incluso la menos empática de las personas podrá imaginar cómo se debe sentir una experiencia así. Por suerte, Packard continuaba unido a su equipo de respiración. Al menos podía respirar, aunque no podía hacer nada más: simplemente esperar que la ballena abriera su gigantesca boca o... que consiguiera tragarlo. "Me dije a mí mismo: 'Está bien, esto es todo. Voy a morir'. Y pensé en mis hijos y mi esposa. No había forma de salir de ahí". Un pesimismo bastante justificado.

No obstante, y tras aproximadamente treinta segundos que debieron parecerle nueve meses, la ballena que lo apresaba decidió cambiar de idea. En concreto, y como narra Packard, "de repente, subió a la superficie, me expulsó y comenzó a sacudir la cabeza. Me lanzó al aire, caí en el agua y fui libre y flote ahí. No podía creer que hubiera salido de eso. Y estoy aquí para contarlo". Ciertamente, estar dentro de una ballena no está entre los escenarios más prometedores para mantener la vida. En este sentido, y pese al sufrimiento, puede que Packard no fuera finalmente un tipo desafortunado. Más bien todo lo contrario.

Pero antes de condenar a la ballena, animal tan sumamente castigado por la codicia y la estupidez humana, es importante entender que, como explica la bióloga Jooke Robbins en la CNN, probablemente todo fuera un accidente: "Normalmente no vemos a las ballenas jorobadas haciendo algo así". ¿La explicación más plausible para esta rocambolesca historia? Estas ballenas a veces se alimentan por embestida con el objetivo de coger una buena cantidad de krill o peces pequeños y, durante la misma, no ven muy bien qué tienen enfrente. Ese día estaba Packard. El lugar equivocado. El momento equivocado. Pero el final deseado.

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