Can Camins, el bosque catalán único que solo puede visitarse diez días al año

El paraje es un recuerdo viviente de un pasado en el que aún no habíamos transformado la costa

El dato es flipante: de los 27 países que forman parte de la Unión Europea solo uno, Suecia, cuenta con más hectáreas de superficie forestal que España. Sí, el territorio nacional español es profundamente verde. Hasta tal punto que se pueden disfrutar alrededor de 28 millones de hectáreas. Precisamente por eso hay tantos bosques famosos por aquí. Tienes la preciosísima Selva de Irati (Navarra), el Castañar de El Tiemblo (Ávila), el Hayedo de la Tejera Negra (Guadalajara) o el Robledal de Muniellos. Pero hay muchísimos más. Algunos bastante desconocidos para lo increíbles que son. Este es el caso del bosque catalán de Can Camins.

¿Qué tiene de especial? En palabras del periodista especializado en viajes Adrián Roque, quien lleva años viajando por el mundo en busca de rarezas únicas, “el bosque de Can Camins es un fenómeno ecológico poco común: una pineda litoral que crece sobre las depresiones formadas tras las antiguas dunas de la costa”. Una excepcionalidad que hace que la combinación de especies vegetales presente allí sea muy singular. “Aquí, el pino piñonero convive con orquídeas, hongos y matorrales mediterráneos que sobreviven gracias al delicado equilibrio entre la humedad del delta y la salinidad del mar”. No es algo que puedas ver en muchos más lugares.

Esta condición de rara avis, unida al hecho de que se trata de un ecosistema particularmente delicado, en el que todo se encuentra en precario equilibrio, es lo que hace que la protección pública sea más intensa de lo habitual. De hecho, tal y como cuenta Roque, “el espacio permanece cerrado al público durante la mayor parte del año” y solo puede visitarse durante el primer día de cada mes con excepción de julio y agosto. No tienes que pagar nada y disfrutas de unx guía que te cuenta todos los secretos del bosque, pero el aforo es muy limitado y solo 25 personas pueden participar en cada una de las sesiones. Es complicado lograrlo, pero se puede.

Entonces si es tan frágil, ¿por qué mostrárselo siquiera a unxs cuantxs afortunadxs? La razón, argumenta este periodista, es precisamente poner en valor su fragilidad y su relevancia. Que la gente sepa “cómo era la costa catalana antes de la urbanización masiva”. Que se genere conciencia sobre la importancia de invertir en su mantenimiento. Porque ya se ha perdido bastante. Lo más curioso de todo es que Can Camins se encuentra cerquísima del aeropuerto de El Prat. Son apenas unos minutos y pasas de un mundo a otro. Del presente al pasado. De lo artificial a lo puramente natural. Una hora y media de hermosura paisajística, vegetal y animal.

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