Soy la rara de mis amigos porque no quiero abrazar

Pensar que hace años llegué a compartir una piruleta con más de cinco amigas, ¿estamos locos o qué?
Dr Who

En esta nueva normalidad en la que estamos parece que ya se nos ha olvidado todo lo que hemos sufrido. Los meses en casa, el trabajo de los sanitarios, los fallecimientos... a la gente ya se la suda. Veo a grupos de chavales que viven con sus padres pasarse el porro. Llego a un cumpleaños donde todo el mundo saluda con dos besos a gente que ni siquiera conoce. Cuando me niego a saludar así me miran raro, me tachan de exagerada, me dicen que ya me relajaré. No quiero relajarme. No quiero volver a estar encerrada en casa. Los repuntes existen.

Esta semana cumplen dos meses de nuestros primeros paseos. Recuerdo esa sensación de libertad, nervios e ilusión. Llegaban las ocho de la tarde y éramos felices tan solo paseando, era como ir de excursión con el cole. Semanas después llegó la esperada fase uno, nos reencontramos con amigos, familia y volvimos a las terrazas de bares. Íbamos con miedo, mirábamos atentamente a todo aquel que pasaba nuestro alrededor. Por primera vez nos observábamos de verdad. A estas alturas ya se no ha olvidado todo eso.

Tengo las manos secas y cuarteadas. Creo que me las desinfecto más de 30 veces al día. He desarrollado una relación de dependencia con el gel hidroálcoholico que llevo en la riñonera. Cada vez que estoy en la calle no paro de echármelo. Soy por excelencia la persona de mi grupo que cada ratito dice: un poquito de gel. Me creo que el gel me va salvar cuando lo cierto es que me estoy exponiendo con otro tipo de conductas.

Antes no pensaba en que todo lo que hacía en un día corriente era contagioso. Llamar al ascensor, al timbre, abrir la puerta de portal, agarrarme en el metro, sentarme en el suelo de metro, beber de la copa de un colega, compartir raciones, bolsas de patatas, pitis, coger un piti de suelo porque total ha sido un segundo y seguir fumando tranquilamente. Ahora me horroriza. Lo paso mal hasta compartiendo mechero. ¿Estábamos locos o qué? En mi juventud llegué a compartir una piruleta con más de cinco amigas. Impensable.

Estamos cambiando nuestra forma de relacionarnos. O eso parecía los primeros días. Saludamos a la distancia a los amigos, nos dábamos un pequeño abrazo con mascarilla y manteníamos la distancia de seguridad toda la que se puede en una terraza petada de un bar. Pero esto ya ha comenzado a difuminarse. La semana pasada fui a un cumpleaños en una casa, éramos veinte personas, todos se saludaron con dos besos. Me dio ansiedad. Yo no quería dar dos besos así que me negué. Me llamaron exagerada. Que si no pasa nada, que si en algún momento tendremos que volver a hacerlo, que si total íbamos a estar pegados, que si no es tan fácil contagiarse… ¿perdón? Ofrecí mi codo y me callé.

Veo a chavales en el parque de enfrente de mi casa compartir litronas y porros. Lo que antes pasaba desapercibido ahora me parece una aberración. ¿Qué hacéis? ¿Luego abrazáis a vuestros familiares? Me da rabia y pena. Siento que toda esa solidaridad que parecía haberse creado se ha desvanecido.

Soy la primera que se está relajando. Hace dos días compartí una botella de agua con una amiga porque me moría de sed. Luego me sentí fatal. Ayer mismo le di dos besos a un amigo de mi novio porque se me olvidó. Se me olvidó que eso ya no se hace. Que seguimos en pandemia. ¡Se me está olvidando la pandemia! Esta misma mañana he llegado de comprar y he estado casi veinte minutos tocando cosas de mi casa sin lavarme las manos. Llevo una hora desinfectándolo todo de lo mal que me he sentido. ¿Qué hago? Soy peor que los chavales que comparten porros de mi barrio.

En pleno desconfinamiento y en un intento por salvar en la medida de lo posible su preciada temporada turística, España comienza a afrontar lo que muchos españoles temían: un repunte de los casos por Covid-19, leo en las noticias. En 24 de Junio se detectaron 196 contagios nuevos, cifra que duplicaba la jornada anterior. A día de hoy, Sanidad vigila 51 brotes en todo el país; preocupándose especialmente por los surgidos en Huesca y Lleida. En mitad de todo esto, media España está planificando sus vacaciones y relajándose en las medidas de seguridad. 

En las últimas 24 horas se han registrado 9 decesos y 99 contagios. Y mientras estamos enfadados porque las terrazas están petadas, no nos podemos bañar en los pantanos, a ver a qué playa nos vamos de vacaciones porque qué caro está todo y cuánta gente hay, dando abrazos y besos a todo el mundo y luego comiendo en casa de los abuelos. Yo llevo sin tocar a mis abuelos desde el 9 de marzo. La responsabilidad social empieza desde uno. Prefiero que me sigan tachando como la rara del grupo por no querer abrazar a todo el mundo que haciéndolo y contagiando a los míos. Es normal que nos relajemos, repito que yo soy la primera, pero toda precaución es poca. 

Tengo mil ganas de ir a un festival de música, de besar por toda la cara a mis amigas, de compartir pitis y de abrazar a mis abuelos, pero tenemos que esperar un poco. Tenemos que cuidarnos ahora, para volver a abrazarnos mañana.

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