China está encarcelando a las mujeres que escriben erotismo gay
Estados Unidos no puede seguir siendo la potencia dominante del planeta: su modelo capitalista está provocando cada vez más desigualdad social y está arrasando sin compasión con el planeta. Y a todo eso, típico de la política yanqui de siempre, hay que sumarle ahora las políticas fachas de Trump. La humanidad necesita una alternativa. Y la que parece estar mejor posicionada para tomar el relevo es China. El problema es que la potencia asiática tampoco es la panacea en términos de modelo productivo y sobre todo de modelo social. Tiene un gobierno que está encarcelando a las mujeres simplemente por escribir literatura erótica.
En concreto, y como cuentan corresponsales de la BBC en China, “al menos 30 escritoras, casi todas mujeres de veintitantos años, han sido arrestadas en todo el país desde febrero, muchas en libertad bajo fianza o en espera de juicio, pero algunas siguen detenidas”. ¿De qué se les acusa? Pues de infringir la ley china de pornografía, que penaliza la producción y distribución de material obsceno. Y sí, los relatos eróticos heteros también son perseguidos, pero con una ferocidad mucho menor. El problema no es el porno. Al menos no solo el porno. El problema es la homosexualidad y que la escritura nazca de las manos de mujeres.
No deja de ser sorprendente que mires la época de la humanidad que mires, el país que mires, el gobierno que mires, los problemas para las élites sean siempre los mismos: las mujeres libres y la diversidad sexual. En este caso, explica este corresponsal, todo esto viene motivado por algo más que una política moral: se trata de natalidad. Porque el país no va a poder seguir creciendo al ritmo que lo ha hecho últimamente si su tasa sigue bajando como lo está haciendo, lo que motiva al gobierno a promover la familia tradicional y lo de tener hijos. Las mujeres dueñas de su sexualidad, los gays y las lesbianas les rompen todo el plan.
Pero esto no hay que verlo solo como un problema social. Es sobre todo un drama personal que, aunque nos pilla lejos, se puede sentir desde aquí, especialmente ahora que la ola ultraderechista se acerca cada vez más a nuestras fronteras. Mira si no lo de Hungría y la marcha LGTBIQ+ alternativa. “Nunca lo olvidaré: ser escoltada hasta el coche a plena vista, soportar la humillación de desnudarme para ser examinada delante de desconocidos, sentarme en la silla, temblando de miedo y con el corazón latiendo con fuerza”. Ese tampoco es el mundo que queremos. Tampoco es el liderazgo que nos merecemos.