Los jóvenes buscan sobrevivir a la crisis vendiendo sus nudes en Onlyfans

Se ha puesto de moda en cuarentena, desde que la llegada de influencers y famosos hablaran con normalidad en sus nuevos perfiles de esta web pero, ¿qué esconde realmente?
Instagram (@bellathorne)

Bragas, calzoncillos, pechos, desnudos, sexo y… Onlyfans, la página de la que todos hablan. Se ha puesto de moda en la cuarentena, desde que la llegada de influencers y famosos hablaran con normalidad en sus nuevos perfiles en esta web. Onlyfans es una plataforma que permite albergar contenido erótico y sexual a cambio de dinero. Ni más, ni menos. Por un lado están los creadores de contenido, que tienen perfiles de pago con precios mensuales que oscilan entre los 8 y 90 euros. Por otro, los fans, los seguidores de estos perfiles y consumidores de vídeos y fotos de alto voltaje. La locutora de radio Daniela Blume dijo que llegó a ganar 20.000 euros en un solo día. Y hasta Beyoncé le ha dedicado un verso a la web: "En este tiempo del demonio, hasta ella podría abrirse una cuenta en OnlyFans".

Una rápida búsqueda en Twitter ofrece todo tipo de bromas y autobombo: "Un día de estos dejo la carrera y me hago un OnlyFans". / "Subir en el ascensor con tu vecino suscrito a tu OnlyFans, entre el morbo y deporte de riesgo". / "Suscríbete a mi Only y disfruta de mis vídeos en la piscina". Dani Robles, actor porno gay de 35 años, lo define rápido. "Es como una red social. La única diferencia es que los perfiles son privados y de pago. Lo utilizo porque me es rentable", cuenta él mismo por videollamada. Y los contenidos, sin censura, aunque no siempre: lo mismo hay perfiles eróticos que el perfil exclusivo de tu rapero favorito, donde te informa de su gira.

Onlyfans no es ninguna novedad. Esta red social nació en 2016 en Reino Unido. Cuenta con 30 millones de usuarios según Buzzfeed. Es similar a YouTube, pero su modelo de negocio es fijado por cada creador del canal y Onlyfans se lleva una comisión del 20%. El debate en la industria del porno es un hecho. ¿Qué significa esto?, ¿el modelo de negocio irá hacía ahí?, ¿se acabará el resto? Anneke Necro, de 33 años, es directora de cine porno y performer. Necro reconoce que ha traído algunas cosas buenas a la industria, a la que considera en declive desde hace tiempo. Ella misma se hizo un perfil hace dos años para albergar vídeos de su productora. "Me servía para ganarme un dinero extra", cuenta. También le daba la libertad creativa que otras plataformas no le permitían. Al actor porno gay le parece una red social maravillosa. Está convencido de que ha revolucionado la industria del porno. "Gracias a esto un actor puede mantenerse activo por más tiempo". Él se incursionó en la página animado por amigos y sus numerosos seguidores. Lo compagina con su trabajo de actor.  "Me va bien. Tengo el perfil a 10 dólares y tengo unos 700 seguidores, aunque fluctúan y la página se lleva un porcentaje".

La directora Necro, que también es miembro del colectivo de trabajadoras sexuales OTRAS, dice que está claro que esta web, como otras, ha supuesto una fuente de ingresos para sus compañeras. El problema, sin embargo, llegó con la pandemia. El confinamiento de varios meses supuso una avalancha de creadores de contenido de fuera de la industria. Aparecieron miles y miles de nuevos perfiles. Solo entre abril y mayo la plataforma experimentó un aumento del 70% de nuevos registros, según sus propios datos. Tal avalancha, asegura Necro, devuelve los viejos estigmas. Por un lado, el de que el trabajo sexual en sí mismo no es un trabajo, que es dinero fácil. Del otro, el estigma ligado al trabajo sexual en la sociedad para aquellas nuevas personas que, bien por necesidad o porque les parece divertido, no han pensado demasiado los efectos: "Conozco a gente que se ha arrepentido, porque al final ha ganado 20 o 30 euros por subir contenido explícito. Y a lo mejor ya no vas a ser profesora".

Júlia Tarrida y Mercedes de Febrer, dos amigas de 21 y 23 años, decidieron hacerse una cuenta para sentirse más libres. "Total, yo ya subía fotos en ropa interior en Instagram", dice Tarrida. "Te sube la autoestima, te arreglas para ti, para verte bien a ti misma… y además ganas dinero con ello", dice Mercedes, que apenas lleva unas semanas en la web. Las dos se animaron porque ya tenían amigas dentro, porque les divierte y les gusta, y sobre todo, para ganarse un "sobresueldo". Aunque ahora mismo ninguna tiene trabajo fijo, a Tarrida le dio para vivir en cuarentena con los 600 euros que ganó de media al mes. "No es que sea un sueldo buenísimo, pero…".

Lo que no entienden es el revuelo que han causado perfiles como los suyos. "¿Y qué más da?". No es lo mismo: "Nosotras no hacemos porno porque supera nuestros límites. No se puede comparar". Ellas suben solo desnudos, y a veces, ni siquiera contenido explícito. Una de las características de Onlyfans es que los usuarios pueden escribir mensajes privados. Peticiones. Sexting. Un día, ante las insistentes peticiones a Júlia de felaciones, le vino una genial idea: "Se me ocurrió que podría hacer un vídeo con un plátano. No era un pene, pero al final ellos ven lo que quieren ver. Son muy simples. Y oye, funciona", cuenta divertida.

Hay distintas opiniones entre los usuarios consultados. Para la psicóloga y sexóloga Lydia Parrilla, de 30 años, la página enmascara un falso empoderamiento. "Se ha intentado vender como una plataforma en la que no se censura como Instagram. Pero una cosa es luchar por la igualdad, y otra cosa es la venta de un contenido sexual donde la mujer acaba siendo el producto. En lugar de reivindicar creamos el efecto contrario". Cree que, aunque el contenido pornográfico siempre ha existido, ahora se está normalizando. “Con estas plataformas se camufla la pornografía en modo de empoderamiento; se buscan palabras bonitas a ese contenido estigmatizado por la sociedad”.

Para Parrilla el dilema está en los límites. "Empiezas subiendo algo erótico y te vas acostumbrando y subiendo un poco el rango". No critica el contenido, alerta de los riesgos desconocidos, de la falta de reflexión. "La gente que crea este contenido pornográfico es respetable si es realmente algo elegido y es consciente de los riesgos. El problema es que no siempre se ven las consecuencias inmediatas".

Para LaSofy, que tiene 28 años y trabaja en unos grandes almacenes de Barcelona, ha sido un año jodido. Hasta el confinamiento trabajaba como dj. Desde entonces no ha tocado una mesa de mezclas. "Te puedes imaginar cómo me ha ido el año". Cuenta que empezó a activar Onlyfans este verano porque necesitaba dinero, que vende bragas usadas, "bueno, de momento solo una", que sube vídeos eróticos con poca ropa, que no es fácil. Su suscripción cuesta 6’99 euros , "soy así de básica"; que solo ha logrado 10 suscriptores. "Como ves, no me estoy ganando la vida de forma muy boyante". Dice que decidió registrarse en la página porque ya había sexteado muchísimo. "Ya mandaba vídeos sexuales gratis", así que sabía a qué se exponía.

Lo que no esperaba y ni siquiera se había planteado es que le pedirían citas. Aún no ha quedado, se siente con el privilegio de poder poner las condiciones, que no es que no vaya a comer mañana, que ahora tiene trabajo, que necesita la pasta, pero que al menos por tener un techo, subir estos vídeos no le resulta tan conflictivo. Aunque le da respeto por sentirse vulnerable, dice que por Onlyfans, más que luchar contra los prejuicios de los demás, ha combatido sus propios estigmas internos. "Es curioso tener que generar contenido sexual, no porque estuviera cachonda, sino por el deber de colgar algo". De su experiencia hasta la fecha, lo más extraño ha sido darse cuenta de tener suscriptores de gente que la conoce. Le hace gracia. Dice no ser ninguna experta, pero que en conjunto su experiencia es positiva y que la página ha ayudado a blanquear el consumo de porno. "Es algo que todos hacemos".

Onlyfans sigue atrayendo a tanta gente, que hasta algunos famosos han visto el filón para aumentar sus ingresos con cero contenido explícito. La directora porno Anneke Necro, sin embargo, se dio de baja. Al contrario que muchas altas, ella cerró su cuenta en la cuarentena. Dice no sentirse segura y amparada por la página ante el conocimiento de algunos casos de pequeñas estafas. Se ha hecho un grupo de Telegram con seguidores de confianza que van pagando por sus vídeos. Y mientras espera encontrar ahí un lugar más seguro, la sexóloga Parrilla recuerda el peligro de internet y las redes sociales: "Lo que subimos a la red, se queda en la red. Siempre es un arma de doble filo". 

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