Perdona si te llamo zorra

En los tiempos que corren —hablo como artista, mujer y feminista— es totalmente necesaria la hermandad entre mujeres. Y sí, la teoría está muy bien, pero la nueva novia de mi ex es un zorra. Pausa dramática
Euphoria

El otro día estaba relajada tomándome una cerveza con unas amigas y al final de la calle vimos pasar a la novia de mi ex. Miré a mis amigas y dije: qué zorra. Marta asintió, Sara me miró con cara de te has pasado pero no le di mayor importancia. Seguimos la conversación, Lucía comenzó a enseñarnos fotos de la cena de su trabajo, Laura y yo comenzamos a reírnos del vestido que llevaba una de sus compañeras, dios, le quedaba horrible. Otra cerveza. Un par de comentarios sobre el nuevo peinado de una excompañera de la uni. Vuelta a la historia de que nuestra profesora de Estadística estaba ahí por lo que estaba. Y ya, a casa. Cuando estaba en la cama me hice un poquito de autocrítica antes de dormir. Están geniales todos mis poemas feministas, hacer activismo en redes, la crítica social… pero a la hora de la verdad soy la primera que tiene un lenguaje y unas actitudes machistas incorporadas. 

¿Cuántas veces habremos llamado puta, guarra o zorra a otra tía? Por “quitarnos el novio”, por vestir de una determinada manera, por acostarse con mucha gente o porque nos hemos sentido amenazadas. Yo lo he hecho muchas veces, como si un insulto fuera a quitarme el miedo, la competencia o como si fuera a hacerme sentir mejor... una forma de ataque que a día de hoy me avergüenza enormemente. Que el sistema en que vivimos nos han educado en la rivalidad entre mujeres no es algo nuevo. Es de ahí de donde nace la necesidad de la famosa sororidad. Es nuestra arma, pero a veces es complicado llevarla a la práctica.Se nos escapa el machismo por la boca.

Habréis oído alguna vez lo de“el peor enemigo de una mujer es otra mujer”, pues es mentira. Sorpresa. Eso es lo que nos han hecho creer y vaya si nos lo hemos creído. Nos hemos odiado entre nosotras, por ser más guapas, más delgadas, más rubias, más morenas, más inteligentes, más sexys, más finas, más divertidas, más resultonas, más todo. Nos hemos insultado y enfadado. Hemos mirado mal, criticado la forma de vestir, de hablar, de caminar. Sí. A veces lo seguimos haciendo. Pero no, querido patriarcado, no somos nuestras peores enemigas, no somos las mujeres las que más nos criticamos, ni las más machistas ni el resto de mierdas que intentáis vendernos. No, no y no. Hemos errado, sí, pero nos estamos hermanando. 

Lo hacemos cuando nos damos cuenta de cómo hablamos de otras mujeres, de nuestro lenguaje del día a día. Cuando decidimos revisarnos y desaprender, ahí está el éxito. El no llamarte zorra es sororidad. Es seguridad, apoyo y lucha. Es soporte, cuidado y protección. Es no juzgar nuestras decisiones. Empoderarnos de la mano. Es nuestra voz unida. Una sonrisa cómplice de una mujer que no conozco. La deconstrucción. El poder que tenemos cuando estamos juntas. Es ser compañeras y no competencia.

Así que sí, perdona si te llamo zorra, lo siento de corazón. Si mi ex me dejó y luego decidisteis estar juntos no tengo por qué enfadarme contigo. Perdona si te llamo puta, o mala, o arpía, o loca, o guarra, o estrecha o calientapollas. No sé por qué lo hago si también me lo han llamado a mí. Perdona por rivalizar, por sentirme bien si no triunfas. Perdona si alguna vez he creído que exagerabas, que te lo estabas inventando. Lo siento. 

Desde que el feminismo llegó a mi vida soy consciente de que es un continuo aprendizaje. Cada día que pasa es un reto nuevo y si no estamos juntas es aún más complicado. Dejemos de insultarnos y empecemos a creernos. Y por último, perdona si te llamo zorra porque la zorra es un animal precioso y no tiene culpa de nada. Si dotamos a la palabra zorra de sus características originales y la despojamos de sus atribuciones machistas, mira, sí: nos gusta ser unas zorras.

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