La ciencia desvela por qué nos hemos vuelto adictos a hacer fotos
El ser humano ha amado la fotografía desde que se inventó, pero en los últimos años hemos multiplicado por varios millones el número de veces que inmortalizamos nuestro alrededor. La tecnología, y en concreto Instagram y las increíbles cámaras que incorporan nuestros móviles, han hecho que hoy la vida resulte casi imposible de entender sin fotos. Algo que mucha gente condena alegando que nos impide disfrutar verdaderamente de aquello que estamos viviendo. Pero tranquilo, fotoadicto, porque un estudio publicado en la Journal of Personality and Social Psychology acaba de demostrar justo lo contrario: nos hace disfrutar más.
Los investigadores —un equipo formado conjuntamente por miembros de las universidades de Pensilvania, California del Sur y Yale— llegaron a esa conclusión tras entrevistar sobre los niveles de placer e implicación a más de 2.000 personas que habían estado realizando diferentes actividades como comer, pasear por un museo, hacer manualidades o ver un concierto de Rihanna, la mitad de ellas sin cámara ninguna y la otra mitad haciendo fotos durante el transcurso de la misma. Los resultados fueron inequívocos: quienes había estado realizando fotografías reportaron niveles mayores de placer.
Un fenómeno que los autores del estudio atribuyen al grado de implicación: "A diferencia de las situaciones tradicionales de doble tarea que dividen la atención, captar experiencias con fotos centra realmente la atención en el momento, sobre todo en los aspectos de la experiencia que merece la pena captar". O dicho de otro modo: aunque muchas voces tecnófobas insistan en convencernos de que hacer fotografías nos priva de vivir el aquí y ahora como es debido, en realidad nos hace vivirlo con mucha más intensidad. Y el grado de involucramiento, según los autores, "es un factor crítico que afecta a la diversión".
Para comprobar que la fotografía favorece esa atención plena tan relacionada con el placer, los científicos proporcionaron a los participantes del estudio unas gafas inteligentes que les permitían controlar cuántas veces y durante cuánto tiempo observaban las cosas. Y no solo pasaron más tiempo concentrados en su alrededor que quienes no tenían cámaras, sino que el simple hecho de observar y planear las fotografías les aportaba mayor satisfacción, como reportaron más tarde durante las entrevistas. Esto es, según los investigadores, porque se sentían más implicados. Menos pasividad, más gozo. Que nadie te diga lo contrario.