Tomar ayahuasca me ayudó a entender las razones de mi anorexia

Sandra Borràs tiene 35 años y fue diagnosticada de anorexia nerviosa severa a los 14 años
Sandra Borràs

A los 13 años dejé de comer, a los 14 me diagnosticaron anorexia nerviosa severa y a los 15 años me ingresaron por primera vez. Me dieron dos semanas de vida. No solo estaba muy delgada, también desconectada de la vida. Fueron cuatro años de tratamiento en un hospital de Barcelona. A los 24 me volvieron a ingresar por un intento de suicidio. Lo único que quería era salir de allí, pero ahora lo agradezco porque si no, no estaría aquí.

Todo fue muy fluido, aunque eso lo entendí después. No era solo la anorexia. Cuando empecé la carrera, vino otra fase y fue cuando apareció la ayahuasca en mi vida. Empecé a oir hablar de ella y me parecía muy interesante, yo ya estaba en otro proceso psicoterapéutico y ya me parecía suficientemente potente. Iba bien servida. Hice algunos trabajos transpersonales por respiración, por ejemplo, para acceder a otros niveles de conciencia, pero no consumía plantas.

Del hospital a la selva

Cuando acabé la carrera me fui a vivir a la costa. Estaba en un momento muy luminoso, me salió trabajo de psicóloga, había empezado a usar el teatro como una herramienta terapéutica y venía de viajar sola por México, donde conecté por primera vez con la naturaleza latinoamericana, que me fascinó. Fue entonces cuando sentí que quería probar la ayahuasca. Fue después de años de terapias donde me di cuenta de que me hacían hablar, pero no conectar con unas dimensiones que ahora empezaba a sentir que habían estado desconectadas de la anorexia y que venían desde mi infancia.

Para tomar la planta necesité sentir confianza plena porque se trata de poner no solo tu cuerpo, sino mi psique y mi integridad en manos de otra persona. Quiero saber quién es esa persona y qué me está dando. En 2012 tomé ayahuasca por primera vez. Llevaba unos años buenísimos y pensaba que estaba curada, pero no se trata solo sanar el síntoma y lo que se ha estropeado dentro de ti, sino de reconstruirte: a nivel físico y todo aquello que no había podido construir en mí debido a la anorexia.

Una herramienta que no sabía que tenía

Iba sin ninguna expectativa, pero fue una experiencia preciosa, pero cuando terminó la ceremonia dije "nunca más". La semana siguiente estuve súper sensible. Lloré, integré todo lo que había visto, que prefiero no contar en detalle porque forma parte de mi intimidad. No es que apareciera una Sandra, sino que llegué a un espacio interno lo suficientemente sano y enriquecedor para mí que fue como si abriera una fuente. Fue un: "¡¡guau!!".

Estuve un año sin volver a tomar. La primera vez no la relacioné con la anorexia. Para mí yo estaba curada: ya comía, había recuperado no solo el peso, sino que había trabajado la distorsión de la imagen corporal, la disociación, había empezado a reconectar con mi personalidad más sana, estaba más conectada con la vida, ya podía mostrarme un poco... estaba feliz.

Un año después, conocí a una persona que estaba preparando una ceremonia. De nuevo me pareció claro que quería tomar ayahuasca con él. Mi primera toma había sido enriquecedora, lo que no significaba que la segunda también lo fuera a ser por fuerza. Pero sí, volvió a ser precioso. De forma muy espontánea, me acerqué a él, para aprender, seguir tomando plantas y apoyar su trabajo durante tres años. Empecé a tomar ayahuasca de forma regular. Un día, en mitad de noche, tuve un sueño revelador. Llevaba un año y medio tomando y trabajando vivía en la playa, donde en invierno no había nadie. Fue como una especie de oscuridad y una energía que venía hacia mí, como un viento, un movimiento que se acercaba y decía "soy la selva, ahora te toca venir a mí".

Dietas, tabaco y ayahuasca

Tardé un año en entender realmente que el sueño era literal. Así fue como me fui a mi primera dieta tomar plantas en la selva y ya han pasado cinco años. Durante esos días, desayunas avena con agua o quinoa o sopa de verduras, nada de sal, aceite, azúcar o picante. A la hora de comer tienes lentejas, arroz, quinoa o verduras. Cada persona tiene un tambo totalmente aislado, una casita sin paredes, techada con hojas de palmera. Dentro hay una hamaca, un cubo, una botella de agua, papel higiénico y una cama con mosquitera. Una vez allí, el chamán ya te ha dicho qué dietarás, según sus criterios. Las plantas pueden ser ayahuasca, pero también palos árboles, algunas flores o plantas de la selva sin propiedades psicoactivas. De hecho, todas las plantas del Amazonas son medicina. Para mí fue muy importante el tabaco amazónico, que también se toma como infusión. La ayahuasca se toma por la noche, cuando todo el grupo se junta para participar en la ceremonia, que dura hasta la mañana siguiente. Yo he pasado allí hasta 12 días, pero hay gente que puede estar seis meses.

Por suerte había algo dentro de mí que me impedía hacerlo, porque no puedes ir a tomar ayahuasca sin una preparación. Si una persona con anorexia o bulimia se toma una planta, puede quedarse allí. Para mí las plantas han sido el final definitivo de todo un proceso. Los trastornos de conducta alimentaria se consideran graves, son difíciles de tratar y muy crónicos en un 40% de los casos, las personas que reciben tratamiento acaban recayendo. Y, sobre todo, una característica importante es que se llevan en silencio.

Terapias complementarias

Lo que he entendido después de todo este proceso ha sido por qué con la anorexia me quise matar de hambre, por qué quise desnutrirme cuando era adolescente. Yo podría vivir perfectamente sin haber tomado plantas, estaría a épocas más delgada o menos, seguiría obsesionada por la comida, pero podría tener vida normal y probablemente no hubiera vuelto a estar ingresada. Pero las plantas me ayudaron a acceder a los posos de mi anorexia cuando ya estaba suficientemente fuerte de cuerpo y de cabeza para entender de raíz qué había detrás. Yo no fui anoréxica para estar más guapa o para llamar la atención porque mi madre no me miraba o mi papá tampoco. No. Con la segunda dieta fue cuando empezó a resurgir todo lo que me había vivido con la anorexia: no como síntoma de verme de nuevo gorda cuando estaba delgada, sino que empecé a abrir puertas porque todavía había algo que limpiar.

No digo que sea la forma para todo el mundo y nunca hablo de la ayahuasca. No es una cosa que se vaya recetando, lo que sería un error garrafal. He estado en la selva haciendo postdieta, que se llama, autoanalizándome interpretando todo lo que me pasaba, escribiendo. Esto me ha permitido también volver a sentir mi cuerpo. Las plantas tienen la caracterísitica de ser muy corporales, físicas, y a mí me han permitido volver a habitar mi cuerpo.  Sabiendo de dónde vengo, eso es un regalo. Con la comida me había reconciliado, pero para mí ahora nutrirme es sagrado. Me di cuenta de que yo no me dejaba recibir ni a nivel físico ni a ningún nivel. Ha sido un trabajo de abrirme a recibir, de reconectar con el placer. Llevaba años conectada con la muerte, donde estaba sobreviviendo porque lo saludable para mí era desnutrirme. Reconstruirme me permitió volver a estar con mi personalidad y sostener mi propia sombra. Y, finalmente, me devolvió la capacidad de amar.


***Sandra Borràs es psicóloga, psicoterapeuta humanista y experta en terapia Gestalt. Investiga sobre los efectos de las plantas amazónicas en los procesos terapéuticos, trabaja en la organización ICEERS y acaba de participar en el Congreso Mundial de Ayahuasca, celebrado en Girona.

Preferencias de privacidad