La locura que se está gastando la gente en ver a Bad Bunny en Puerto Rico
El último gran proyecto de Bad Bunny está en marcha: una retahíla de hasta 30 conciertos, donde interpretará los temas de su último trabajo, Debí Tirar Más Fotos, en su Puerto Rico natal. De hecho, no irá dando vueltas por la isla, sino que las actuaciones tendrán lugar todas ellas en una residencia en el Coliseo de San Juan a la que el artista ha apodado No me quiero ir de aquí. Y como muy probablemente no seas una de las decenas de miles de personas que vaya a ir a verle, no puedes hacer una idea de lo que cuesta. Por suerte, The Washington Journal ha entrevistado a gente allí in situ y te vas a quedar locx con las cifras.
Porque son una locura. Para que te ubiques, que sepas que quien menos ha gastado para asistir a uno de los conciertos de Bad Bunny en Puerto Rico ha desembolsado unos 1.500 dólares. Más o menos. Porque, dice el chico entrevistado, “no llevo la cuenta”. O porque no le falta pasta en la vida o porque no quiere sufrir sabiéndolo. Pero de ahí para arriba. Alguna de la gente entrevistada dice haberse gastado 2.000 dólares, 3.000 dólares o incluso 4.000 dólares. Lo normal, parece ser, es “entre 3.000 y 4.000 dólares, no sé, no quiero saberlo”. Porque es verdad que puede joderte la experiencia. Si te has lanzado, te has lanzado y ya.
De todas formas, y como podrás imaginarte, ese no es el precio de la entrada: es el precio de la experiencia completa, lo que incluye la entrada, los vuelos, los hoteles, la comida, la bebida y todo lo demás. En cualquier caso, seguramente la entrada en sí tampoco sea barata, como ya vimos hace un tiempo aquí cuando hablamos de la burbuja de los precios de los conciertos, provocada en buena medida por la estrategia comercial del precio dinámico. Y esto no es una crítica a Bad Bunny. Es una cuestión que afecta a toda la industria y que debe regularse si no queremos que estos eventos sean un lujo exclusivo para gente rica.
Dicho esto, la verdad es que la que ha montado Bad Bunny en Puerto Rico es espectacular. El nombre de la residencia en la que canta lo dice todo: no me quiero ir de aquí es un mensaje de amor a su tierra que puede traducirse también como no quiero que te cambien. Porque el turismo está desnaturalizando la vida puertorriqueña, algo que también sufrimos en España, tanto en ciudades como Barcelona o Málaga como en pueblos turísticos tipo Tarifa o Cudillero. Y fue muy lindo que los primeros conciertos fueran exclusivos para gente de allí. Y que su equipo haya trabajado para que el turismo que traiga la gira sea sostenible.