Sí, en Navidad hay que comer bien, pero sin obsesionarse: te damos consejos para hacerlo

El bombardeo de mensajes avisando de la necesidad de intentar comer sano estas fiestas puede acentuar las relaciones tóxicas con la comida

Vigila las calorías del turrón. Intenta comer más verdura durante las comidas familiares. Evita los refrescos y el alcohol en la medida que puedas. Y un largo etcétera de "consejos" para conseguir comer "bien" estas fiestas y mantener la línea. Seguro que los has leído en el periódico, en el post del nutricionista healthy de turno o bien en el TikTok de alguna influencer. Spoiler: puede que consigas no engordar o ser más saludable, pero acabaras desquiciadx. Algo que puede afectar a tu salud mental.

A día de hoy existe una obsesión social por el control de lo que se come. Casi como una especie de nueva religión, la capacidad para controlar la ingesta de alimentos y llevar una dieta sana se ha convertido en una especie de virtud moral. No comer nada con azúcar es señal de autocontrol y fuerza de voluntad. Por el contrario, comer comida ultraprocesada es casi signo de debilidad e incluso ignorancia. Pero, ¿y si no fuera realmente así? Vamos a verlo.

La fijación por la comida aumenta en Navidad

Comer “limpio”, como dicen algunos, se ha convertido en un valor de clase asociado a las personas con “educación” (o sea, con dinero). Mientras que, las clases más humildes, debido a su falta de saber estar y control, son incapaces de hacerlo. De la misma manera que, hace unos años, se creía falsamente que la violencia machista solo era cosa de “camioneros y paletos”, y que era imposible que un abogado o un médico la ejercieran. Error de sistema.

No hace falta decir que la fijación por controlar lo qué se come, hasta tal punto que te pasas el día pensando y planificando las comidas, puede acabar desencadenando un TCA. Pero antes de llegar a este punto existe toda una antesala donde se vive una especie de relación de culpa entorno la comida y el comportamiento con esta. Esto puede ir desde acabar sintiendo vergüenza por comer en público (“ya estoy comiendo de más, seguro que piensan que soy unx gordx”), hasta establecer una relación de premio con la comida: si has hecho deporte, te mereces comer una pizza, si hoy no te has movido de casa, solo puedes permitirte una ensalada. Estos sentimientos y pensamientos pueden intensificarse con la llegada de las fiestas de Navidad, Noche Vieja y Reyes.

El 24, 25 y 31 de diciembre, y el 1 y el 5 de enero, solo son una vez al año. Igual que las comidas que se ingieren por estas fechas. En cambio, el constate bombardeo de mensajes sobre cómo conseguir comer sano estos días refuerza unas conductas tóxicas que se instauran los 365 días del año. Es importante tener una dieta sana y balanceada, sí, eso todxs lo tenemos claro. Pero esto no debe convertirse en una especie de miedo u obsesión cuando lleguen momentos puntuales en los que ya tienes suficiente con aguantar a tu tío Paco preguntándote si ya tienes novix.

Así que no, olvídate de la obsesión por comer bien. Estas fiestas, como mucho, vamos a esforzarnos con no atragantarnos con las uvas de Noche Vieja; pero no las convertiremos en una especie de maratón agónico donde dejaremos de comernos un trozo de turrón por si engordamos mientras nuestra cabeza se desquicia sumando y restando calorías, azúcares y carbohidratos. Esta vez no.