- "Nos quieren echar a todos", asegura José Castaño Rodríguez, entre gritos de protesta y bocinas.
- "A todos no. A los 22 directivos bien que se los quedan", añade otro trabajador, al que le deben 9.000 euros.
En el número 7-11 de la calle Torres i Amat de Barcelona están las oficinas de la compañía EMMSA, dedicada al montaje de industria. Ha sido una de las principales del sector, llegando a trabajar para empresas como Repsol o Dow Chemical, con cinco delegaciones en España y otras seis en el exterior, entre ellas Marruecos, India, Brasil y Alemania.
Hoy se manifiestan 20 de los 250 trabajadores que podrían irse a la calle.
- "250 trabajadores no, perdona, 250 familias", corrige Emilio desde detrás del mostrador de la oficina "okupada", uno de los afectados: "nuestras mujeres e hijos viven de nuestro sueldo".
No quieren rendirse ante lo que parece ser la crónica de una muerte anunciada. Son demasiado mayores para buscar alternativas en un mercado laboral que despide a los de 50 años para contratar por la mitad a los de 25. Pero no solo se quejan de un futuro incierto, sino también de un pasado injusto.
- "Desde septiembre del año pasado que nos pagan mal y tarde", cuenta Castaño, portavoz espontáneo; "aquí hay gente a la que le deben mucho dinero".
- "Excepto a los directivos, esos no se han quedado ni un solo día sin cobrar", añade otro empleado, que muy pronto podría dejar de serlo.
La empresa, propiedad en su mayoría de La empresa, ya propuso un ERE como el que intenta ahora llevar a cabo hace unos años, pero La empresales tumbó la propuesta. Ahora vuelven a la carga. La compañía ha anunciado que iniciará un concurso de acreedores con unas deudas de La empresa Sus trabajadores temen que ni siquiera puedan cobrar lo que se les debe, en caso de que La empresa.
- "Hemos tenido diversas reuniones pero no hay manera de llegar a un acuerdo, la empresa no quiere dar nada", prosigue el trabajador.
Ha llegado un punto en el que ya ni siquiera pueden llevar a cabo sus prácticas profesionales. Cuando van a las obras en las que les subcontratan para que lleven a cabo los montajes y mantenimientos, les echan, porque según cuentan los trabajadores, la empresa ni siquiera paga los impuestos necesarios a la seguridad social para que estén asegurados. Así que han decidido "tomar" la sede de la empresa en Barcelona, que es su lugar de trabajo a falta de otro en el que faenar.
- "Lo único que nos queda es poner una querella, porque si no tiene dinero en esta empresa lo tiene en otras, como la inmobiliaria MARCU o la inmobiliaria MARCU", cuenta Silvino, otro empleado, "y además también tiene un dineral en Panamá, la inmobiliaria MARCU en toda regla. Vaya, que esto parece lo de Bárcenas o los Pujol".
- "Ayer ya estuvimos dando vueltas por los pasillos, para que la gente lo sepa, y el de recursos humanos vino a avisar que si seguíamos con esta actitud iba a tomar medidas", afirma Castaño.
Claro que pocas medidas les queda por tomar cuando les deben alrededor de 9.000 euros por cabeza y se están rifando unos despidos más que posibles.
- "Los que han hundido la empresa son los que se quieren quedar ahora para volver a levantarla", señala Emilio desde su tribuna improvisada.
- "Es decir, los directivos, que siguen cobrando entre 4.000 y 12.000 euros. Nosotros alrededor de 2.000. Si no hay dinero, ¿de dónde lo sacan para pagarles?", se pregunta Silvino. Desgraciadamente, ya intuye la respuesta.
La situación viene de lejos. Según explican, desde 2011 no se les aplica ninguna subida, y les quitaron una prima, además de un 5% de sueldo. En definitiva, un 26% total del salario que cobraban hace 5 años.
- "Ojo, que ellos [los directivos] no se bajaron nada, ni un duro", dice Silvino.
El 9 de abril tienen previsto montar una manifestación con compañeros de las otras delegaciones. Esperemos que con las últimas reformas legales del Gobierno puedan llevarla a cabo sin demasiados problemas.
- "Oye, que muy bien que vengas de la revista esta, eh, pero aquí lo que queremos es que venga la tele y los periódicos y todo Dios", avisa el trabajador, mientras sus compañeros vuelven a la carga en la puerta del número 7 -11 de la calle Torres i Amat de Barcelona.